jueves, 10 de octubre de 2013

Y pinto. Para experimentar, divertirme, exponerme, animarme, expresarme, jugar... Y se van la melancolía, la tristeza, las ganas de nomás ver tele por las tardes jugando SUDOKU, o hacerme la ilusión de estar acompañada en el Facebook. Me despojo de la sensación de abandono y solo pienso en colores, texturas, formas, mi lógica se desgrana en componer y descomponer, armar y desarmar, mientras mis emociones quieren contrastes que brillen, espinas que sobresalgan, formas cactáceas que disimulen formas humanas, quiere espinas que hieran y a la vez que sanen, drenando la savia por sus orificios, abriendo surcos de su cerrado tejido, descubriendo la fuente de la vida, el agua, en lo profundo mío.
Me trasculzco con los fondos, juego con las posibilidades de texturas y la inmediatez del óleo fresco me dice que mis locos padres impresionistas jugaban, muertos de la risa, con pinceles y formas y colores mientras en secreto su mente organizada las proponía acertijos que, al solucionarlos en una pintura, los hacía brincar de alegría y gozo. Veían entonces que el día era bueno, era su mundo, su tiempo, su lugar los indicados para que ellos estuvieran ahí haciendo lo que hacían y dejando que su creación los alejara de la muerte.

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