miércoles, 2 de octubre de 2013

Mi mesa nueva

Dispareja, con agujeros no remendados de los nudos, con los tornillos medio salidos algunos y otros medio chuecos, mi mesa de trabajo de 1.80x.90 ya es una realidad en mi taller. Y digo las irregularidades primero porque son los que la hacen más bella, más mía, así como los defectos nos hacen más humanas. Y si, regresé el berbiquí que había comprado porque ya casi nadie vendía las brocas especiales, y un guapo y agradable señor de una ferretería me convenció de comprar un taladro. Mis antiguas brocas y un juego de nuevas, me ayudaron a consolar mis doloridas muñecas de tanto torcer la mano para meter con pura fuerza los tornillos.
Mi bellísima mesa es una realidad, solo le falta su segunda mano de barniz. Lista para albergar mis libros en proceso de secado, lista para detener los bastidores recién imprimados para secarse, lista para albergar mis hojas de guardas pintadas con agua y esmalte de aceite, lista para sostener mis sueños creadores.
Gracias, madera preciosa y olorosa, nueva y vieja, gracias pinos y cedros. Gracias tecnología que me ahorraste la friega de clavar, gracias acero de los tornillos tan precisos. gracias brazos y cuerpo que no me fallaron. Gracias cerebro por la concentración. Gracias estaciones de radio que pusieron canciones románticas y modernas.
Gracias fonda de mi colonia por alimentarnos a mí y a mis hijos. Gracias precioso clima que no dejaste que se inundara de calor el taller, y me acompañaste con lluvias en la tarde, para refrescar mi cuarto donde descansaba. Gracias cama por tu firme soporte.
Gracias vida por esta magnífica experiencia. Sí puedo, pero no me dedicaré a hacer más mesas. Mis bastidores de madera me esperan para seguir pintando.

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