viernes, 3 de noviembre de 2023

Fingir valentía

He soñado otros futuros

lejos de la soledad y del hielo

retorno a los antiguos caminos

que inauguré ajena a las desilusiones

y a los yerros


Animo mi parte valemadrista

finjo indiferencia cuando

un abismo se horada

dentro mío

una grieta cuyo fondo

anida en mi niñez carente

asustada de todo y de nada


Camino en el piso frágil

de mi exposición pública

temo la crítica que rompe mi aparente

seguridad

la alegría brinca del miedo

a la liviandad de estar

y no sentir


Cómo transitar del temor oculto

al verdadero júbilo de compartir

palabras y sentires

por el gusto de exponer

mis grietas se ven reflejadas

en quienes me leen y escuchan


¿Qué fue primero?

debilidad que al nombrarse

fortalece e ilumina

valentía que se acumula

con las salidas

y se gasta con los encierros

cobardía que crece como maleza

quizá sea una hierba medicinal

a la que tardé en encontrar

sus beneficios al alma


La soledad de reencontrarme

de aceptarme

de considerarme digna

dolor de nombrarme

yo y mis aparentes críticos

dureza que me persigue 

aunque

se derrita a la primera flor de otoño


El hielo da paso a una tierra fértil

no a heridas sin cicatrizar

coraje ven a mí

que de tanto fingir valentía

terminaré creyendo tener tanta fuerza

como realmente la tengo

  

lunes, 16 de octubre de 2023

viernes, 10 de marzo de 2023

"Conjuros para seguir", presentación de Pina Saucedo en Hermosillo.


Leido durante la presentación de "Conjuros para seguir", reciente poemario de Anna Georgina St.Clair, en Hermosillo, Sonora, el 11 de noviembre de 2022. 


Dice Anna St. Clair que, si la poesía te toca, la tristeza rodará en el carril de tus lágrimas; el tren de la suavidad dará tumbos en el paisaje etéreo de tu río; y conectarás la aspereza de una noche con la beldad del dolor descubierto, con la libertad permeable como el acero, con una espesura que ya la quisieran las nubes.
Anna me invitó a presentar su “Conjuros para seguir” hace unas tres noches. Y cómo no hacerlo, si para mí ella es una de las poetas más tercas que conozco desde hace ya más de treinta años y en ese tiempo la he visto construir su obra con las manos y ese trabajo ha incluido siempre jornadas que incluyeron caminatas, pedaleo, carreras para lograr su objetivo: “escribir por sobrevivir, -dice- el compromiso desde la voz es no dañarse mientras grita, susurra a veces para sí, dejar correr el río de la vida y rápido, bajar para seguir viviendo”.
Pina Saucedo, en 2022. Amiga para siempre. 


Autora de más de una decena de títulos en los géneros de novela, relato, crónica y poesía, Anna Georgina ha ido más allá con su obra, pues ha mantenido un profundo amor a su producción a través de la elaboración de cada uno de sus ejemplares, y haciendo uso de otro de sus pasatiempos: la pintura.
No dejo de admirar en la trayectoria de Anna, su afán por promover junto a su obra, la de los demás, como lo ha estado haciendo en redes sociales. Y lo cual considero un dato generoso.
Acerca de su trayectoria:
Sus libros los encuaderna manualmente y los decora con papeles marmoleados así como con fotos y pinturas.
Le han publicado nueve títulos literarios (incluido éste), de los cuales tres son poemarios, otro de relatos, cuatro novelas cortas, una compilación de novelas y un libro de crónicas editado por la Editorial Orbis Press, de USA.
Estudió pintura, música, física, letras hispánicas y concluyó licenciatura y maestría en ciencias políticas. Ha trabajado como periodista, profesora, constructora de casas, asesora política, editora e investigadora, así como eventual diseñadora y hacedora de ropa. Asimismo, fue directora del boletín estatal de Al-anon Querétaro durante cinco años, y de la revista política nacional FENMI.
En 2009 fue honrada con el nombramiento de una calle, en Hermosillo Sonora.
Como pintora, ha tenido exposiciones colectivas e individuales en Querétaro, Sonora y Guanajuato.
Como escritora ha presentado sus libros en la Ciudad de México, Estado de México, Michoacán, Guanajuato, Querétaro y Sonora, desde 2011.
Actualmente, sus libros se venden en librerías de Toluca, Querétaro, Jalpan, Tequisquiapan y Hermosillo.
Le han publicado ocho títulos literarios, (incluído éste), de los cuales tres sobre poesía, otro de relatos, cuatro novelas cortas, y una compilación de novelas; aparte, la Editorial Orbis Press, de USA, le publicó un libro de crónicas.
Participó en antologías de poesía de Sonora: Poesía Sonorense Contemporánea 1985, compilada por Alonso Vidal; y White Feathers Anthology, compilada por Raúl Acevedo Savin. Y en Querétaro, en Lumbre entre las Hojas 2015 y 2016, así como en Otra forma de ser, Reflexiones sobre la Covid-ianidad Femenina, compilado por Silvia Lira León.
Ha sido jurado en los 6to. y 7mo. Concurso de Poesía “María Luisa Moreno”, de Dolores Hidalgo, Gto. C.I.N.
Ha impartido clases de encuadernación presenciales y virtuales.
Ha sido publicada en revistas nacionales y extranjeras, en la modalidad de cuento y poesía, así como pinturas al óleo.
Ha ganado el premio “Libsters awards” al mejor blog en 2016, así como primer lugar en cuento en la revista virtual española “Poesia+” en 2012.
En los dos años de pandemia, Anna descubrió su vocación como lectora en vivo de poesía propia y ajena, con su programa #poesiaconanna que estuvo trasmitiendo cada lunes en vivo por Facebook.
Es originaria de Hermosillo, Sonora, aunque nació en la Ciudad de México en 1962. Tiene su hogar en la ciudad de Querétaro, México.

Pina Saucedo.
Periodista, poeta. Lic. en Letras Hispánicas por la UniSon.

Los conjuros de Anna St.Clair, de Yolanda González Gómez .

 Leido durante la presentación de "Conjuros para seguir", reciente poemario de Anna Georgina St.Clair, en Hermosillo, Sonora, el 11 de noviembre de 2022. 

Como un abracadabra que nos abre la caja de pandora o nos hace frotar una botella para que salga el genio que nos cumplirá algún deseo, las 240 páginas de este poemario nos catapultan hacia un desfiladero que se recorre con los ojos abiertos y el corazón despabilado, porque nos trae de vuelta las añoranzas de la realidad que se nos pausó durante la “nueva normalidad”, la misma que nos hizo sentir extraños, borrosos, frágiles, nostálgicos, que nos enclaustró y obligó a ver la vida y el sol pasar por las ventanas; que nos avisaba de muertes cercanas y temores, que traía incertidumbres. La vorágine de la vida sucedía ahora tras las puertas, hubo tiempo y espacio para remendar recuerdos y sazonar recuentos de aquella nuestra historia anterior a ese marzo del 2020.

Yolanda González Gómez, 2022. 
 La palabra desde el corazón.
Gran amiga y compañera. 


En esa rendija del presente surgieron los “conjuros para seguir”. Había que continuar viviendo, aunque apenas entendiéramos qué pasaba afuera y fue cuando se vino el vendaval de entender lo que pasaba dentro. Afloraron las nostalgias de la gente, de otros cielos, de los afectos, del mar, de otras pieles, de la libertad. Revivíamos los pasados, podíamos cantar, llorar, filmar, meditar, soñar, reír solos de cualquier cosa, arrebatándole tal vez algunos jirones a la vida en la encerrona. Seguir, aun cuando seguir pareciera una artimaña.
Un conjuro para la Real Academia Española es una fórmula mágica que se dice, recita o escribe para conseguir algo que se desea o un ruego encarecido. Por eso, con estos conjuros entramos a un laberinto de palabras que van hilvanando las ternuras que todos buscamos en un verso y en la vida, van apareciendo las imágenes que nos arrojan a aquel mar de Kino que se quedó en tu historia, Anna, y al que siempre regresas. Nos traen al querido padre tuyo y a tu abuela Mormor que te vio crecer, dices, como un lento pino nórdico o un palo verde en plena duna desértica, entre otros muchos personajes encontrados en tu camino.
Veo y leo a la mujer en “Rutinas” que regresa al color, a su casa perro ciudad y a sus rutinas cultivadas con esmero, frágiles como un corazón de cristal y sólidas como un camino andariego que se abre entre espinas y abismos. Avizoro a la mujer con la añoranza eterna a sus raíces que la jalan, aunque la ahoguen, más fuerte que su apego a la nueva tierra que ahora habita en “Volar con las alas rotas”. Siempre regresa. A pesar de que asegure que “me fui para dejar atrás espinas, regreso y encuentro que tampoco cambiaron de lugar”. Y vuelve a su lugar de origen, porque “estar donde el desierto es vida, aunque me cocine en mi jugo todas las noches”, escribe, a sabiendas de que “deambular por calles hasta la puerta de mi madre es mi destino”.
La leo confesando que ella trae el universo por dentro y que cuando alcanza a tocarlo, estalla. Por eso lanza conjuros para sí misma: “he decidido dejarme arrastrar sin pensar, como cuando dices sí a un amante largamente rechazado, mañana lamentaremos, pero también seremos victoriosas sobre la lógica y el miedo y el plan. Desea con esperanza, elimina los detalles, crea la felicidad de lo obtenido, antes de llegar a cualquier atisbo de futuro, regodéate de lo que vivirás, aunque no sepas cómo ni cuándo, alguien será tu maga, hada hechicera adivina, vidente sacerdotisa diosa, te llevará de la mano en la neblina y presentará el más añorado paisaje en tus manos. Solo cabalga las acciones, decide lo imposible y llegarás al amanecer de siempre, con felicidad y orgullo, porque fueron tus sueños los que te trajeron a la más bella vida de todas las que has vivido”. Y promete seguir viva e impredecible, respetar la corriente del río de la vida. Para los demás, destinó los conjuros de “Navidad”: que cada quien siga su vida, que nadie sufra por eventos ajenos, pero luche cuando sea necesario, que el desahogo llegue con consuelo, que el paréntesis que me he abierto me dé tregua y aliento y me regenere, que regrese ligera a mis enseres, que el tráfico me valga y el sol me llene, que se diluya la frustración y renazca el encanto y todo sea vivo pensado disfrutado.
No puede dejar de lado a las chicas adolescentes que desaparecen por la trata, cuando ella tuvo la suerte de que el tiempo la pusiera en un jardín que era sólo para bailar y platicar, la tranquilidad de dormir en catres bajo las estrellas sin cooler ni refri ruidosos, en casas de puertas abiertas, mesas llenas de comida y caminar por calles polvorientas como si fueran suyas. Aparecen otros necesitados de conjuros como los migrantes, esos expulsados por la guerra, el hambre, la sequía, el narco. También los desaparecidos, que la miran desde el cartel que los busca en el poste esquinero y ante los que dice: “no tengo cara, solo rabia lágrimas y unas pocas palabras para no olvidarlos”.
Y leo sobre tantos saguaros y espinas, las mismas que nos han achacado amantes fracasados que no obtenían la sonrisa de Mona Lisa las veinticuatro horas en nuestros rostros o no les gustaban nuestras opiniones políticas. Las espinas que a los cactus les salvan su existencia en la aridez total muchas veces. Analogía entre ambas, ya que por provenir de este desierto de donde salen los conjuros entre búhos y jaguares, con palomas perdices entre los cerros y los mezquites, es donde anida el corazón estable que siempre los ha amado..., dice, y los “soles fulminantes voraces que alimentan y corroen y hacen crecer y no dejan huella más que un reguero de huesos polvorientos”.
En su poema “Conjuro”, la mujer nopal, la mujer espina, es la que pide: saca tus picos puntiagudos al aire, llénalos de colores circulares, matízalos de niebla, de noche, de sol enrojeciendo el horizonte, permíteles frenar de mi alma lo podrido y de mi espíritu el mal aliento...Y ahí brota la voz de la niña del desierto, del mar de Kino, de su mar, a la que le ordenaban que no pelara los ojos o no se le vieran los calzones, que liberaba a pájaros y canarios, la que se refugiaba en los cuentos y los libros, en la que también se asoma un monstruo agazapado que se alimenta de evasivas, de infancia de sumisión y terror, la hija de la madre rabiosa hecha de fuego y plomo, que se consuela ahora con poemas y colores brillantes, con caminatas, con su jardín y su Emiliano, con ir a retratar árboles a los parques y el azulejo azul tan bonito de su barda, con cocinar en el fogón de afuera o colocarse esa pañoleta hippie en el cabello, que se consuela con el merecimiento de su paz y su felicidad para avanzar, para ser ella, para crear, para seguir...
-Yolanda González Gómez. 
Periodista y Dra. en Ciencias Sociales por el Colegio de Sonora. 

miércoles, 15 de febrero de 2023

Poema amoroso con lugares comunes

 Deja que mi corazón me guíe 

aunque sangre    lagrimee

o se funda en lo otro 


Deja que los pensamientos se integren

en el río del amor

la flor de la compasión 

     resurgió de su turbulencias


Creí amarme en la autoexigencia

tener logros con voluntad y obsesión 

el mayor premio


Soy afortunada

si tengo diez minutos de quietud

veo pasar las nubes del pensamiento

creo que la calma

puede ser la mejor residencia.


Respirar para habitarme

comer para vivirme

dormir para encontrarme 

nadar para bucearme


Hay un milagro en las manos que curan

en el corazon que late con el mío 

en esos ojos que me escuchan

oídos que me sienten


Déjate curar de la dureza de las espinas 

que tu corazón ha elegido

un camino de flores



domingo, 1 de enero de 2023

Lo vital: estrategias para sortear su ausencia

 Este primer día del año amanecí casi eufórica. Aparte de que siempre me emociona cambiar de número de año, de que no me cargo con los mismos propósitos que el resto de la humanidad y de que siempre hemos inventado algo para pasarla y comer y beber bien, fuimos resurtidos con eso tan importante que cuando lo tenemos no lo agradecemos ni lo cuidamos, y cuando nos falta, su consecución se vuelve tan obsesiva que nada se vuelve más importante que conseguirla.

Una semana atrás ahí estaba, el fantasma de la escasez del año antepasado. Ilusa de mí, pensé que el 2022 me libraría de quedarnos sin ese vital líquido. Y no me refiero a la gasolina, a la leche o al aceite.

Pero esta vez fue diferente. Quizá con más sabiduría y templanza, no me lancé sobre cada camión que venía ofreciéndola doscientos veces más cara que su precio normal. Bueno, sí, los primeros días estaba pendiente de oirlos pasar. Y salí varias veces a caminar a mediodía, y entre calle y calle estaban los vecinos arremolinados esperando turno o investigando si había suficiente, cuánto cobraba y si el chofer traía una lista de solicitantes. Porque somos tan organizados que hasta listas de espera, con nombre y calle, se elaboraron. Así supuestamente no habría disputas.

En mi casa la escasez me encontró con mi tinaco vacío, pues lavé bastante ropa y me di un largo y cuantioso baño caliente, que mucha falta me hacía. No imaginaba que sería el último en casi dos semanas. Contaba que en el trascurso de las horas siguientes regresaría el suministro a rellenar mis reservas, como siempre. Pero en nochebuena me di cuenta que ya llevábamos varios días sin que se nos resurtiera y al hablar para informarme, dijeron no tenían para cuándo regresarnos la normalidad del abasto y que esperáramos el tandeo a partir de dos o tres días más. O sea nunca.

Ya para estas alturas ya deben de haber adivinado ustedes que estoy hablando del agua potable. En total, muchas colonias de Querétaro pasamos diez días sin agua corriente, rodeados por pipas privadas que con lista en mano rellenaban tinacos, aljibes y botes por la cantidad mínima de trescientos pesos por casa, llegando a cobrar hasta seiscientos.

Y encontré pipas de la Comisión Estatal de Aguas (CEA), que esperaban a que se juntara la gente con los botellones de 20 litros o con cubetas de ese mismo volumen, para que les tomaran fotos y las subieran a las redes sociales para presumir que sí estaban surtiéndonos. Qué risa: ¿qué puede hacer una familia con 20 litros en una semana, si necesita lavar trastes, bajarle el agua al baño, bañarse, por lo menos? Así me di cuenta que no importaba cuánta agua pudiera almacenar, siempre iba a terminar en una situación  como ésta y que el año antepasado también vivimos pero mucho peor, porque entonces fueron 45 días.

Como el dinero, reflexioné, no importa cuánto ganes, sino qué tan bien lo sepas administrar.

No fui fiel a mi pensamiento de no comprar agua carísima de las pipas, de dudosa limpieza; en un principio mi idea fue comprar agua y no sufrir, pero las pipas estaban todas coptadas por mis vecinos previsores que se habían anotado en unas famosas listas que nunca supe quién las tenía. Entonces mis hijos y yo nos estrujamos al máximo para hacer durar el agua caliente, reciclando la de los trastes en los baños, lavándonos en lugar de bañarnos, y cuando se nos acabó la del calentador solar, usamos la de los garrafones para lo básico: cocinar, tomar agua, lavar trastes y los baños. Pero un día tuvimos que ir al Oxxo a comprar el garrafón de agua purificada de 20 litros porque las máquinas vendedoras de agua rellenable, de las de 17 pesos, no tenían agua. En el Oxxo pagué lo inimaginable: 45 pesos por 20 litros, que nunca en mi vida pensé que con agrado solventaría ante la perspectiva de tener agua en mi casa. También la tenían los camiones de la Pepsi que inundaban las calles de mi colonia con su grito de “agua Ciel”, como si supieran que en estas circunstancias daríamos lo que fuera por agua en nuestras casas. Pero a ellos no les compré.

Fui a dejar a Emiliano a su capacitación en Juriquilla en Manos Cafeteras y ahí les pregunté que si no se les había ido el agua. No, en Juriquilla no les faltó ni un día. Pero pagan 300 mensuales por su recibo. Y las máquinas surtidoras de agua para rellenar, claro que tenían y ahí fui a llenar mis garrafones. Y luego fui a ver a mi amiga en Residencial Tejeda, otra colonia de clase social alta, y pregunté por el abasto de agua: no, ahí tampoco les faltó, a pesar de que tienen casas situadas en colinas bastante elevadas, y claro, también pagan mucho más que yo por ese servicio.

Se fue el agua potable el jueves 22 de diciembre. El sábado 24 les hablé a los de la CEA, me dijeron que en tres días más iban a tandearla, y ese día en la noche nos llovió, poquito pero fue un recordatorio de que el agua de lluvia, la fuente original,  siempre está disponible para todos. 

 El jueves 29 de diciembre leí  en el Facebook oficial de la CEA que ya habían arreglado el acueducto que la compañía de cable les había perforado, pero que encontraron otra fuga en otro acueducto y que iban ahora a arreglar la nueva rotura. Ese día lo arreglaron y luego leí que ya iba llegando el agua, aunque con poca presión, a algunas colonias del oriente sur de la zona metropolitana de Querétaro. Ahí decidí que pasara lo que pasara, no iba a comprar agua de las pipas que para entonces, ya andaban varias en la colonia. El viernes 30 dos pipas en mi calle andaban surtiendo. Me asomé y vi tirarse el agua café, no transparente, de un  tinaco a otro, en el techo de mi vecino. Recordé a Carlos, mi vecino plomero, que me platicó que el año antepasado los piperos vendían agua con tierra, seguramente recogida de bordos agrícolas, y que en muchas casas se les taparon y ensuciaron las tuberías con piedras y tierra. Todo por el negocio de la desesperación de la gente.

El viernes 30 en la noche me bañé con cinco litros de agua helada de garrafón. Y empecé a investigar las cualidades del baño seco, que es una maravilla, pero exige un cambio total de la mentalidad citadina por una más rural y acorde al stress hídrico que en realidad afecta a la mayor parte de la humanidad. El sábado 31 nos llegó desde la mañana, poco a poco. En la noche, subió a los tinacos y amanecimos 2023 con los dos depósitos llenos. Agua nueva, fresca, para el año nuevo: ¡qué lujo!

En resumen, estuve más tranquila que el año pasado, aunque duramos menos días sin agua. Pero ya debemos de ir ideando nuevos modos de resistir otros períodos de sequía, que para nada son deseables pero lamentablemente, inevitables.

Y así ha sido también el enojo de los ciudadanos, que con muchísima razón repelamos por este tipo de situaciones en los que nos preguntamos ¿cómo puede una simple horadación de una compañía de cable óptico deje sin agua a más un millón de personas? ¿Es “normal” que un sistema de agua potable que surte a una ciudad de tamaño medio, sea tan susceptible a un accidente de este tipo? ¿Puede prevenirse que esta situación no se repita?

Porque muchos ciudadanos enojados estamos listos para el voto de castigo, y sospecho que ahora sí va a ser mayoritario. Dejemos que el tiempo lo decida, si es que no les llega la amnesia colectiva, como siempre.