domingo, 28 de diciembre de 2025

A Cheli Oh, In memoriam.

Querida Cheli:

Es de mañana y es otoño. Ayer fui a tu funeral y antier falleciste. ¡Qué impacto saberte ya no habitante de nuestro mundo!

Tu ausencia no me gusta, pero me recuerda que todavía transito ese camino cuyo final es el mismo para toda/os.

Estoy frente a la cochera en donde nos reunimos alrededor de un anafre encendido, hace tres años, varias amigas artistas, para celebrar con vino y poesía y relatos, que estamos vivas, que amamos la vida y el arte.  Tomamos vino, comimos elotes asados, taquitos de carnes y con las que no se fueron pronto, cantamos karaoke en la sala.

De izquiera a derecha: la autora de este artículo, Cheli Oh,
 Alejandra Hoyos, Luz Angélica Colín, Edith Regina, Mary Paz Mosqueda
 y Paula Muñoz, casi todas escritoras queretanas. Diciembre de 2022. 

Rememoro tu ánimo para organizarnos y leer en distintos espacios culturales de Querétaro. En el colectivo Luciérnagas en el Jardín,  bajo el liderazgo de Luz Angélica Colín, nos agrupamos con una decena de poetas, ahí fue donde te conocí. Luego formaste el Colectivo Alphalabra. Así nos hicimos amigas varias que te seguíamos y participábamos.

También te integraste en la lectura de poesía colectiva de mi poesía contenida en mi libro Expoesía, que organizamos con Ana V.,  Paulina R. y  Dalia G. Vestidas de túnicas de manta hechas ex profeso, tú elegiste teñir la tuya de morado, tu color favorito. Nos presentamos entre 2017 y 2018, en el Museo del Calendario en 2017 y el Museo de la Restauración en 2018;  en éste último seguiste organizando eventos literarios después y lo tenías como marco para tus entrevistas en tu programa Voces.

También evoco tu primera operación quirúrgica, hace alrededor de ocho años. Mi preocupación por ti, sabiendo que poco antes habías perdido a tu mamá. Tu negación a que yo te visitara, atendiera, procurara por ti. No sabía, nunca lo dijiste, pero ayer la conocí, que tenías una numerosa familia carnal y de adopción que seguramente vio por ti.

De la reunión en mi casa, en diciembre de 2022, Luz Angélica C. nos indicó que organizaría un encuentro de las Luciérnagas en el Jardín,  en Tepoztlán y Amatlán, Morelos. Ésta la hizo realidad en marzo de 2023, nos fuimos cuatro escritoras: Rosa Espinoza, Alejandra Hoyos, tú y yo en mi viejo Chevy, en una salida inolvidable de tres días. Llegamos en Tepoztlán  al Hotel Horus, mítico, lleno de detalles esotéricos, hecho laberinto de escalones y niveles de pisos, enteramente construido de maderos, con baños ecológicos sin agua y multitud de esculturas y arte sagrado de todo el mundo. Algunos cuartos tenían lienzos por paredes, y en los pasillos sólo barandales y plantas nos separaban del paisaje impresionante de la sierra Tepozteca. Ese Hotel estaba situado frente a Camhomila, un sitio de capacitación de los campamentos cuáqueros de Los Amigos, a donde me llevaron mis papás durante tres venturosos veranos de mi infancia.

El espléndido lugar, que nos abrigó dos noches y dos días, se quemó enteramente un año después de nuestra visita, dicen que por obra de gente envidiosa de su éxito, originalidad y arquitectura. Ahí hicimos nuestra presentación la primera noche.

Al día siguiente fuimos en la tarde a Amatlán, pueblo vecino, al Café Kúa dirigido por un residente alemán. Igual, con nutrido público, nos fueron aplaudidas lecturas literarias, las funciones de títeres de Vestalia (la compañía de Teatro y títeres de Luz Angélica C. ), música de Hikurik y un DJ set híbrido de Sashanina, que conformaron el programa de “Haciendo bailar a los dioses”.  Después bailamos, convivimos y muy tarde nos fuimos a dormir.

Cheli, de Amatlán de Quetzalcóatl te enamoraste, y sorpresivamente decidiste quedarte a vivir unos meses. Nos platicaste que tu trabajo como maestra de idiomas era todavía virtual, lo que era común después de la pandemia. Sólo pocos cambios de ropa acompañaron tu osadía (para mí) y te ganaste mi admiración y secreta envidia. ¿Quién sino tú estabas haciendo realidad ante mis ojos eso del “nomadismo digital”?

De ahí te perdí la pista personalmente, en algún momento supe que regresaste de allá y que dabas clases híbridas, o sea virtuales y presenciales. Te invité a leer en mi exposición pictórica “Flores, café y fuego”, el siguiente año de 2024,  con otras escritoras, y no pudiste, tenías un evento de tu facultad de la UAQ, la de Lenguas y Letras.

Luego, en el Festival Sinestésico de Ajuchitlancito, Pedro Escobedo, a finales de 2024, te apareciste y pusiste tus libros junto a los míos, para su exhibición y venta, antes de que llegara la hora de leer en público. ¡Qué agradable sorpresa! Dijiste “me invitaron a leer en público y me vine”. Leí yo, luego otros escritores y luego tú. Escuchar de tu voz los relatos de tono erótico y humorístico de tu libro “La culpa es de Rulfo”, como siempre lo disfruté mucho. Aquí tengo el que me dedicaste en esa ocasión.  Regresamos en mi carrito a Querétaro, te dejé cerca de tu casa de Lomas. Me platicaste que habías ido a las fiestas de algún pueblo del Estado de México y te explicaron de los chinelos, durante tres días. Qué aventada mujer, pensé, y qué bien se maneja sola.

También te admiré por tu programa de difusión cultural y entrevistas “Voces”, que llegó a tener un espacio en TVUAQ. Todo dirigido y hecho por ti. Me entrevistaste y me diste mucho espacio y tiempo. Así lo realizaste con multitud de artistas de Querétaro, de manera muy generosa de tu parte.

Y este sábado 17 de noviembre pasado, me ofrecieron dos horas para compartir y leer,  con escritores en la Plaza de la Constitución, en Querétaro. Te escribí, pues sabía que te habían operado hacía más de un mes, creí que ya te habías recuperado. A otras amigas también las invité. Contestaste horas más tarde. Me comunicaste que estabas en tratamiento “todavía”, que no podías ir, que agradecías la invitación.  Y yo me cuestioné: ¿tratamiento de qué? Te pregunté con disculpas por ser entrometida, que si tenías cáncer. Horas después sólo lo viste y nunca me respondiste. Eso fue el miércoles. El domingo me enteré que falleciste, querida Cheli, y nunca me tuviste la confianza para decirme lo que te pasaba realmente.

Me duele pero respeto tu decisión, cada quién sabe en quién confía verdaderamente, sus penas y malestares. De quién se hace verdaderamente amiga y de quién no.

De todos modos te perdono tu lejanía, y ahora te recuerdo con el mismo cariño y admiración .

Un abrazo hasta el otro plano de la existencia.

Alma Consuelo Hernández Olguín (ese era tu nombre verdadero), que en paz descanses. 

Anna Georgina St.Clair

Querétaro, Querétaro, a 17 de noviembre de 2025. 

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