viernes, 15 de enero de 2016

Avatares de la autoedición en papel y en línea. Parte 1: El mas reciente intento desafortunado en una librería para exhibir mis libros.



Acabo de ir por un lote de 13 libros míos a la Libreria Cultural del Centro. Fueron los que dejé en julio del año pasado cuando, después de muchos trámites que iniciaron con una comprobación de que yo era realmente queretana (con recibos de domicilio), dejarles los libros para que les dieran una hojeada las más altas autoridades del IQCA y terminaran con la formal realización de un convenio que también tardaron en firmar. Todo para que mis libros pudiesen ser exhibidos en la Librería para su venta al público, ese era mi sueño.
Me dijeron al recibirlos a consignación, que después de de terminado el convenio de tres meses, me dirían si querían seguirlos exhibiendo o en caso contrario me los regresarían.
Fui a mediados de julio y no los habían recibido en la exhibición frontal. Me di cuenta de que estaban arreglando la librería, la estaban ampliando y poniendo nuevos estantes, Pero seguían vendiendo libros al público, no así los míos.

Fui en septiembre, hablé con el encargado y no los vi exhibidos, me dijo que los tenía guardados y que los sacaría cuando terminaran de acomodar-sacar lo que tenían pendiente.
Yo querían tomarles fotos en las estanterías y decirles a mis amigos de Querétaro que no necesitaban acudir conmigo para comprar mis libros, que ahí estaban, listos para ser llevados como regalo, como souvenir turístico (porque son arte-objeto muy especial y único), como entretenimiento.
Me fui en octubre del año pasado a Sonora, y nunca los vi tomando el aire de la librería recién arreglada. Para esto, se terminó el convenio de los tres meses.
Me hablaron a mediados de noviembre a mi casa de Querétaro para decirme que pasara a renovar el contrato.
Hoy hablé y me dijeron que no vendieron ninguno. Yo sé que ni siquiera los exhibieron.
Decidí no renovar el contrato con ellos. La amable persona que me los entregó, responsable de la bodega de la Librería Cultural del Centro, trepó por cajas y cajas sin abrir para llegar a una alta repisa donde estaba la mía acomodada debajo de otras dos. Me dijo que sí se habían mostrado, quizá para quedar bien o darme ánimos.
Mejor me los traje a mi casa, los venderé por mi cuenta, vía internet. O mejor, cuando me autopublique otro libro y haga las presentaciones personales en varias ciudades que acostumbro hacer.
Entiendo por qué están en crisis las librerías, como autora y como compradora de libros que soy. Pero lo vivido en esta experiencia me confirma que no es lo mismo ser famosa que no serlo, no es lo mismo batallar con tus propios recursos como escritora que tener el apoyo de alguna editorial de prestigio, ser cuatacha de las autoridades culturales o ser una desconocida con iniciativa maníaca de escribir, ser leída y ser encontrada por desconocidos.
De todos modos, tenía mi stock de libros casi vacío, pues se me vendieron muchos en mi última presentación en Cananea. Así me animo más a seguirlos ofreciendo por internet. Y no los perdí, como me sucedió parcialmente cuando dejé diez libros y doz tazas en el extinto Verona Cafe Y Libros, en octubre del año antepasado y solo me regresaron dos libros. Pero esa es otra historia. Seguiré comentandoles este difícil camino que he venido siguiendo para promoverme y vender mis libros.
12 de enero del 2016. 

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