Estaba
tranquilamente viendo el face el domingo buscando qué cosa hacer con la tarde,
cuando de repente vi el anuncio en un muro de un cierre de campaña de Adolfo
Ríos, el candidato de Morena a la alcaldía queretana. Iba a ser ese mismo día,
12:45pm decía y ya eran la una y media. Al ver la foto de AMLO al otro lado del afiche
me pareció que también se presentaría, pero lo descarté pues siempre ponen la foto del candidato presidencial en la
propaganda de los candidatos de la coalición de Juntos haremos historia. Pero decidí ir, por lo menos vería el cierre de campaña de los candidatos locales.
Me vestí, puse
tenis, agarré el cabello, me puse mi sombrero de lona claro y me llevé el
bronceador para el camino. El carro no tenía gasolina, así que le puse en la
más cercana estación de bombeo. Me pregunté qué pasará con el precio de la
gasolina una vez que –esperemos—gane AMLO. Ha tenido la prudencia de no
mencionar nada al respecto, lo está evaluando, pues gasolina más barata
aumentaría el tráfico y la contaminación, es un asunto complicado.
Me fui al centro
en el carro, entrando por la parte oeste, lateralmente, imaginé que entrando
directo al jardín Guerrero no habría lugar. Me tardé en hallarlo allá por
Nicolás Campa, por donde estaba la guardería de mi hijo y la casa de mi maestra
de taller levreriano.
Algo me dijo que
cerca de las dos no era tarde para llegar, cuando al enfilarme a caminar las
cinco largas cuadras que me separaban del jardín, había gente también caminando
en la misma dirección, a pie, con poco tráfico. Cruzamos un Ezequiel Montes semivacío y seguimos con paso cada vez
más apurado por una calle céntrica sin coches, ya eran más las personas que
iban conmigo, incluyendo gente de la tercera edad.
Supe que
sí vendría AMLO cuando vi gente apiñada alrededor de una larga valla humana,
música norteña en vivo y una voz joven y fuerte gritando “presidente,
presidente” y “es un honor, estar con Obrador”. Me emocioné como cuando hace
doce años lo vi caminar hacia el templete en el Zócalo capitalino, siempre
rodeado de gente que lo quería ver, abrazar, besar, tocar como a un santo de la
política. Como hace seis años también en el Zócalo lo vi subir apesumbrado a
decir que no, no se haría nada contra el fraude, que la mafia del poder, que la
resistencia pacífica… Esa vez lloré de rabia, de impotencia, de desesperación y
de tristeza.
Esta ocasión a
todos los ahí presentes estábamos llenos de alegría, de esperanza. En eso vimos
correr a gente en medio, enrolladas su banderas. El rumor de gritos se
extendió. ¡Viene en el coche! Abrimos más la valla y ahí, aglomeración
enfrente, bajó de la camioneta y trató de caminar hacia el jardín. Todo mundo
lo quería saludar, celular en mano. Yo me retraje y me paré de puntitas,
alcancé a ver una cabeza de cabellos blancos que caminaba con el paso abierto
por fortachones voluntarios.
Con la marea
empujándome, caminé hacia la bendición de la sombra de los ficcus del jardín,
volteé hacia donde la masa humana
empujaba y ví unas manos inusuales que se alzaban, supe que eran las de él,
pues era el centro del jaloneo. Morenas, alargadas pero no mucho, un poco
anchas y de uñas claras, en contraste con su oscura piel. Llegar a su templete
debía ser el trabajo más agotador de esta campaña lopezobradorista. Recordé
que, en campaña, Echeverría se aventaba
diez mítines en un día, sus organizadores sólo podían seguirlo usando drogas
para aguantar –según me platicaron
cuando reporteaba en Sonora .
No creo que AMLO o
sus seguidores usen drogas, pero entiendo que quienes lo guían, encaminan,
aseguran y conducen a atiborrados
templetes se van turnando, como un ejército de abejas alimentando a la
reina, en este caso un líder carismático, directo, honesto, franco y seguro de
sí mismo.
Me instalé atrás
entre las sillas que habían colocado en el jardín, entre las fuentes de piedra,
sobre las preciosas baldosas de cantera. Ya casi nadie las usaba, uno que otro
para subirse y ver mejor. La parte trasera del templete daba a la fachada del
primer edificio administrativo municipal.
Subió con los
gritos nuestros de ¡ es un honor estar con Obrador! y ¡Presidente!, medio
desganados porque queríamos oírlo hablar. Y después de presentar a muchos
candidatos locales, habló.
¡Ya saben que no
hablo de corrido!, se excusó al decir que no diría mucho –se extendió una hora
que se nos hicieron nada—y todos reímos, comprensivos . Explicó lo que haría cuando sea presidente :
una serie de medidas para proteger el mercado interno, apoyar la economía
mexicana, con subsidios a los sectores más desfavorecidos –hará especial
énfasis a los jóvenes de escasos recursos, el sector más desfavorecido y
numeroso del país--. Recordé mis clases de economía política y los consejos de
la CEPAL (Centro de Estudios para América Latina) para nuestros países en vías
de desarrollo. Consejos que siguieron al pie de la letra pero exactamente al
contrario los creadores del “Liberalismo social” (distraz de neoliberalismo) de
Salinas y de ahí cuenta hacia acá, desde
1988.
Si quieres ver el video, acude ami canal de Youtube (a la derecha). |
Por eso cero
privatizaciones, menor énfasis en la economía orientada hacia el exterior –que
la verdad ha hecho ricos a unos cuantos- y más hacia la producción interna.
“Las camisas, los zapatos, el maíz, el frijol, la leche deben ser surtidos por
nosotros”.
Y si le agregas
la pérdida inmensa económica derivada de la corrupción política –dice que el 10
por ciento del PIB nacional es agandallado por políticos y empresarios
asociados – te das una idea de porqué siendo tan ricos en humanidad hábil e
inteligente, en recursos naturales, en empresas… no hemos crecido--. Lo que ha
crecido, lo dijo también, es la riqueza de unos cuantos, la inseguridad, la
pobreza, los grupos delictivos, la migración a USA principalmente.
Un razonamiento
lógico, puesto en palabras simples, que ha hecho parte vital de su discurso
desde 2006, ahora mucho más elaborado pero al fin y al cabo el mismo. Han hecho
falta 12 años para convencer a la mayoría de los mexicanos que es el cambio que
nos hace falta. Eso a pesar de las campañas negras que aparecen todos los días
en los medios de comunicación tradicionales y digitales en su contra.
Y en la educación
se extendió, también la ”mal llamada” reforma educativa “va pa atrás”. Mejoras
a la educación pública (que debe ser gratuita) con la opción de la educación
privada para quienes la puedan pagar. Por eso los maestros lo apoyan, pues
tiene toda la razón.
Si gana, será un
giro histórico al neoliberalismo, con toques éticos, que quizá no culmine en
seis años, pero que se sentarán las bases.
Culminó su
explicación amplia y concisa, prometió regresar cada seis meses a Querétaro a
verificar los esfuerzos del gobierno federal (me pregunté por qué no hacía eso
el presidente en turno, sólo han venido a lucirse en el Teatro de la República
juarista y constitucionalista cada 5 de febrero, con toda la parafernalia
militar que paraliza el centro durante un día). Pidió votar por todos los
candidatos de la coalición, los presentó a todos –papelito en mano—y luego se
fue.
Tenía un mitin
similar en León y luego en Guadalajara. Para él y su equipo de hormigas obreras
partidistas el día era largo todavía. Antes de irme, me anoté a cuidar casillas
en donde haga falta con un grupo de luchones y hábiles muchachos vestidos del
guinda de Morena.
Yo me retiré
junto con muchos para la calle por donde entré, rumbo a Ezequiel Montes, luego
la 57 finalmente mi carro en Nicolás Campa. Mucha gente del campo venía
también, sus camiones los esperaban quizá hasta Tecnológico. No eran
acarreados, solo llevaban banderas y mucha alegría, expectativas, esperanza, ideas
de todo tipo porque vimos perfilarse otro tipo de gobierno.
A una semana de
las elecciones, espero por la vida de mi gente, de mi país y de mis hijos que
no hagan fraude, que ahora sí le
respeten la victoria.
Nos la merecemos.
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