miércoles, 27 de diciembre de 2017

De cómo me libré del encanto del Exatlón: más críticas


Después de ver perder durante varias semanas a mi equipo favorito, decidí que era tiempo de dejar de sufrir. Fuera del  mundo televisado y enclaustrante de la TV abierta, se debatía la nefasta Ley de Seguridad Interior, que para nuestra desgracia se aprobó por ambas cámaras y se promulgó por el presidente de la República.

Finalmente la razón entró a mis emocionales preferencias. El Exatlón es una competencia sádica, en donde se aísla a los competidores, se les dan elementos mínimos para su sobrevivencia y se les somete a duras o irrisorias pruebas físicas para que “se las ganen”. Se atenta a sus derechos humanos. Así es. Todo ser humano por el hecho de serlo, tiene derecho a tener vivienda digna (incluidas condiciones sanitarias mínimas para sus necesidades fisiológicas), alimentación suficiente y de calidad, derecho a estar cerca de su familia (que incluye libertad en el uso y disfrute de las telecomunicaciones actuales),  a la libertad de tránsito, es decir, a trasladarse físicamente a donde lo consideren conveniente. Y son derechos irrenunciables, entre otros atributos. Es decir, aunque un ser humano decida renunciar a ellos por su voluntad, en este caso por el contrato que se supone ellos firmaron al inicio del programa. El que no en todos los países se cubran esos derechos elementales de la población, o no toda la población tenga acceso a ellos, no significa que sigan siendo una obligación el proveerlos y un derecho el tenerlos. Pero México firmó la Declaración de los Derechos Humanos Universales y se comprometió a que la respetaría, como ha firmado muchos tratados internacionales más. Si todo fuera sólo firmar, otro gallo nos cantaría en el país.

El conductor, Antonio Rosique, cacarea que el Exatlón es la competencia deportiva “más demandante de la historia”, entre otros adjetivos rimbombantes. En realidad, es la exhibición de esclavitud de atletas más infame de la historia. La competencia del día a día inicia con citas de famosos deportistas y atletas que “han ganado en el último segundo”, “han remontado en el último round”, haciendo parecer que todo en la vida de los deportistas profesionales se basa en el coraje, en las “ganas” que cada quien le eche. Error: si vemos la historia de las medallas olímpicas y de especialidad en cada rama del deporte organizado, vemos que ganan aquellos atletas respaldados por todo un equipo de científicos y técnicos especializados, puestos al servicio de los competidores. Nutriólogos, psicólogos, científicos del rendimiento humano físico y mental. No es por casualidad entonces, que la totalidad de los Rojos estén siendo beneficiados por todos estos conocimientos adquiridos por atletas que han llegado a los más altos niveles de competencia como Daniel Corral, Rommel Contreras y Ana Lago.

No es casualidad entonces, que dominen en las pruebas deportivas mundiales los países que más han invertido en la ciencia del deporte, que han puesto esos conocimientos al servicio de los seres humanos más aptos para el desempeño físico: Cuba, los Estados Unidos de América, los países componentes de la (ex)URSS, los países integrantes de Europa (sobre todo la occidental) y los países más potentes de Asia como China y Japón.

Si sólo fuera cuestión de “ganas”, cuántos jóvenes impulsivos de todo el mundo hubieran ganado justas atléticas, independientemente de su origen y apoyos recibidos durante su  entrenamiento, que dura años, incluso lustros en el caso de las disciplinas más demandantes.

Entonces ¿qué vemos? Seres humanos sometidos al desgaste físico, psicológico, moral, dándonos un show con todo y música triste, alegre o tensa según la ocasión, con las escenas cortadas y acomodadas para nuestro disfrute, con intervenciones de comerciales ad hoc para la hora familiar. Palomitas mientras se desgarran un hombro, un panqué con leche si se pelean, unas tortillinas después de bañarte con shampú anticaspa si se desgarran una rodilla, un rastrillo de filo perpetuo mientras tratan de embonar unas pelotitas en un canasto metálico.

Y el Travieso Arce  tenía razón, cuando lo entrevistaron después de salir. Estaba enojado: “a un atleta no se le deja sin comer y se le exige diario un alto rendimiento”. Y comentó que al salir, lo “secuestraron” un sábado para que no dijera a nadie que él había sido el expulsado. Pensé que podría demandar a la televisora por el trato sufrido. Conociendo cómo son las leyes en este país, darían por aceptados los malos tratos solo por el hecho de haber firmado un documento que les daba carta blanca para muchos abusos. Y quizá eso impere también en el resto de los participantes.

Ha corrido mucha tinta en relación con el poder que tienen las televisoras en la vida política del país. Los medios de comunicación ligados a la web lo están alcanzando. Estos Juegos del hambre (sin asesinatos pero sí con muchos lesionados) mexicanos pudieran ser una desesperada medida para atraer la atención de los televidentes que estamos abandonando la TV abierta para optar para entretenernos y comunicarnos por el internet. Al principio la opción parecía entretenida. Poco a poco han ido mostrando su lado oscuro y da lástima el deterioro sufrido por los inocentes participantes.

Sólo nos queda alzar la voz a los espectadores, con la terrible y cruda realidad: si dejáramos de verlos sufrir y de tragarnos las citas citables de Rosique, si protestáramos como lo hago yo ahora por el trato despreciable a los competidores, quizá entonces, terminara esa pesadilla “en las paradisíacas playas de República Dominicana”.

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