
-A mí también, hijo, a mí también.
Estábamos ante una sopa caliente de pasta, Emi la acababa de hacer. Yo traía un hambre atrasada que hacía que se me hiciera agua la boca.
Sonreímos y nos miramos gustosos frente a nuestros platos rebosantes, humeantes.
En ese momento, sentimos pleno y perfecto nuestro mundo. ¿Qué mas le podíamos pedir a la vida?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Y tú ¿qué opinas?