La
vida es un caos, es un nudo, no tiene principio ni fin. Solo mi vida lo
tiene y solo mis creencias le dan sentido. ¿A dónde voy? A donde me
dicte el corazón, mi pasado, mis raíces, mis circunstancias actuales y
lo que he ido construyendo dentro y fuera de mí.
Por eso he elegido
escribir, pues es con el lenguaje como mejor desentraño los misterios
de mi propia mente y de lo que me rodea.
El lenguaje
es lógico, exige orden y disciplina. Las historias también. Sucedieron
en una parte del tiempo que ya pasó, a esa parte le doy sentido, les doy
razones, le doy sentimientos que vienen y van y así organizo mis
recuerdos, mis emociones, mi información. Veo las historias que he
logrado escribir (muchas con una buena dosis de invención) y se
convierten en algo más que un recuerdo difuso o definido. Se convierten
en un todo pequeño que puedo compartir con otras personas, reflexionar
sobre ellas y tomar distancia. Toman vida propia.
Las hago que pertenezcan a la memoria de quienes las leen y eso me enriquece y enriquece a los demás.
En cierto modo, reinvento la realidad y la reconstruyo, tornándola más
clara, más fácil de asir y menos evanescente. Así me dan menos miedo y
me fortalezco para poder seguir viviendo mi vida, tal como es ahora.
Creo que estoy lista para leer "El extranjero" y "El mito de Sísifo", de Albert Camus.
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