Prólogo de Manuel Murrieta* a Mientras crecen los árboles, Crónicas y recuerdos de una migrante.
Durante la década de 1980, conocí a Anna como sagaz periodista en Sonora preocupada no solo por los asuntos políticos, sino también por los problemas que afectaran a los sectores marginales. Creo que ahí, y no en épocas recientes, radica la génesis de este libro de crónicas. No solo porque maneja con destreza este género periodístico-literario, sino además porque las miradas que desarrolla se gestaron en su época de reportera en Hermosillo, la capital sonorense. Si la crónica es el oficio de la mirada, Anna lo desarrolla aquí con habilidad y dando voz y espacio a multitud de sectores sociales, no limitado a uno solo o a unos cuantos. Desde aquella sensibilidad periodística, surgen ahora varias miradas para ofrecernos un Querétaro del pasado reciente y del actual, una urbe diversa pero compleja, moderna pero tradicional, problemática pero disfrutable.
Y así va Anna absorbiendo y seleccionando la realidad utilizando sus
sentidos, su mirada, con vitalidad y pasión por unaciudad que la ha cautivado e
impactado, yo diría incluso que la ha enamorado. Por eso, en algunos párrafos,
es presa de un lirismo que convierte su crónica en prosa poética, rompe los
planos sintácticos y temporales, texto que trasciende como en la “Tarde
queretana”. En este sentido, no es una cronista que se apoye en el ensayo o en
teorías frías y engorrosas, sino en anécdotas y tramas, contadora de historias
claves. Además, nos ubica en sus orígenes, hace también viajes retrospectivos a
su natal Sonora, para explicar y darle sentido a su presente queretano (como
los cronistas españoles que hacían referencia a su terruño de España para poder
explicar las nuevas realidades americanas). Y los regresos al pasado, no son
solo espaciales, sino temporales, a su infancia sonorense como para indicarnos
la nostalgia por el calor intenso y el reacomodo de sus raíces.
En otras ocasiones, la mirada de Anna es más descriptiva, con un ojo arquitectónico o pragmático que describe plazas y calles populares. Y no es pomposa ni ceremoniosa, sino que inserta dosis de humor y, como los líricos del siglo XIX,
vislumbraretazos de su vida íntima y personal alcanzando la crónica toques más
humanos. De esta manera, el lector cuidadoso se entera que Anna ha sido, además
de periodista, activista política, maestra y al menos ha tenido dos esposos y
dos hijos. Pero a su ojo curioso no le basta la urbe y es entonces que nos pasea
por los alrededores para cronicar lugares emblemáticos, como el Tlacote y el
Mercado Santa Rosa, enmarcando la vitalidad de la cotidianidad queretana de
manera más amplia y reveladora.
¿Y qué decir de su mirada de mujer, de su mirada feminista?...mucho,
aquí y allá, detectamos toques de quejas, de luchar por su género, de
identificarse con la ciudadana común a la cual muy bien conoce porque Anna se
acepta como una de ellas, es una de ellas. La diferencia es que escribe y
denuncia lo que ve, lo que sufre y goza. Ésta es, pues, una obra escrita desde
lo alternativo, no solo por esta visión feminista, sino por reflejar también a
la masa queretana.
¿Qué hace falta entonces para concluir que estamos ante una cronista muy completa? Agregaríamos que incluye lo bucólico, no
olvida a la naturaleza, lo cual deriva en perspectiva ecológica dentro del Querétaro
industrial y consumista que también resalta. Pero además, como la típica
cronista oficial de pueblos y ciudades mexicanas, Anna cumple este papel al
narrar acontecimientos históricos como la introducción del transporte público,
anécdotas sobre mansiones típicas, museos y lugares simbólicos que refuerzan la
identidad y el orgulloso regional. Así, Querétaro surge importante en el
panorama nacional gracias al ojo histórico de nuestra cronista.
Finalmente, Anna se apega a la definición clásica del género, es decir, quiere hacer cronología, dar evidencia del paso del tiempo al incluir fechas al final de cada texto; nos damos cuenta así que tenemos una obra que refleja la zona queretana de al
menos los últimos 30 años. Y para reforzar este contexto, hábilmente incluye
textos de terceros o información que enmarcan algunas de las crónicas y le dan
una mayor dimensión, autoridad y validez a esta obra. Tenemos, pues, que Mientras crecen los árboles, es una obra
cronística integral, por las diversas visiones que incluye, pero sobre todo por
su mirada humana.
La mirada cálida y sensible de una mujer periodista, una mujer madre, que ama a la ciudad que le dio cobijo, realización y un
nuevo terruño, pero a la que también, como a un hijo rebelde, le critica sus
defectos y deficiencias, no solo para que se registre en este libro, para
denunciar, sino para que se corrijan y pueda la ciudad ser aún más disfrutable.
*Dr. Manuel Murrieta Saldívar
Fundador y editor general
Editorial Orbis Press
Modesto, California