Mientras se cocinaba la marcha de mujeres contra la violencia machista y el acoso sexual en Querétaro, mientras el GIEI anunciaba que no se quedaría más en México y que su trabajo fue consistentemente bloqueado por la PGR, mientras seguían rescatando cuerpos en Pajaritos, mientras el mundo giraba y el día seguía el paso a la noche… un grupo de escritoras residentes en Querétaro salieron de sus rutinas y se lanzaron a ciudades pequeñas y/o pueblos agrandados durante cuatro días para sacar sus textos al aire y permitir que llegaran a oídos ávidos de escuchar historias, sentimientos, paisajes, personajes que no conocían.
Fue así como algunas privilegiadas entramos a bibliotecas, auditorios de prepas y centros culturales para leer nuestros textos en la semana que acaba de pasar. Esto sucedió aquí, en Querétaro, y en las cabeceras municipales de Amealco, Tequisquiapan, San Juan del Río y Jalpan. La organización se fraguó durante meses y corrió a cargo de Marta Favila y su equipo de la Red Estatal de Bibliotecas del IQCA. De las cuatro subsedes, a todas las que pudimos salir entre semana nos invitaron a dos, a mí me tocó el martes en Tequis y el jueves en Jalpan.
Rocío Benítez coordinando la lectura en Tequisquipan. |
Acudí el martes a la cita convenida dentro del
estacionamiento de las amplias instalaciones del ICQA, atrás de la Iglesia de
Santa Rosa de Viterbo. Creí que por estar
invitada a tan magno evento, podrían aceptar mi coche que se estacionara ahí
dentro. ¡Oh error! El encargado de la
puerta de plano NO me dejó pasar, por más que le señalé mi nombre en la lista
de las invitadas… Tuve que llevar mi coche a un estacionamiento cercano y
regresar al grupo que ya se había formado, bajo los árboles, de otras
escritoras para irnos a Tequisquiapan.
Cuando llegamos todo
estaba listo, incluso los muchachos que llenaron el auditorio del Cobaq 14.
También nos recibieron Armando Zamora, de la Librería Rulfo, Gerardo Salazar de la Casa de la Cultura, entre otras
autoridades. Con la coordinación de Rocío Benítez, poeta y periodista cultural,
leímos las siete que acudimos a la cita. Gaby Aguirre nos obsequió sus poemas
gatunos, Oliva Reséndiz leyó su cuento en ñañhú y en español, Carla Cristina
Cepeda nos hizo agua la boca con su relato acerca de los elotes con crema,
Silvia Lira leyó una triste historia de amor imaginada y Margarita Ladrón nos
hizo estremecer con un relato romántico acaecido allá en los noventas, en la
recordada visita de Rod Stewart a Querétaro. Rocío leyó negros poemas
relacionados con la muerte, el luto y las pérdidas.
Frente a la entrada del Cobaq de Tequisquiapan. |
Casi al último yo leí tres fragmentos de cada una de mis
novelas, cuidando de sobresaltar con textos medio picantes a la audiencia que,
aunque nunca dejó de poner atención, la hora y media de literatura la estaba
minando. Marta Favila terminó platicando acerca de lo que la poesía significa
para quienes la escribimos y la leemos, para después leer poemas cortos de su
autoría. El acto final fue gustoso, pues varias autoras y Marta regalaron
libros al oyente que recordara: nombre de cuento, dónde fue el concierto… Y las
respuestas llovían, ansiosas por un libro que pudiesen mostrar a sus amigos,
familia, y presumir conocieron a la escritora, que la escucharon hablar y leer
sus textos.
¿Quién no quería ir a comer y beber? Pero las escritoras
fuimos abordadas por grupos de jóvenes, muchachos y muchachas, que querían
platicar, saber más, tomarse la foto.
Finalmente terminamos y abordamos la van para irnos a un
exquisito hotel-restaurant en donde prosiguió la plática. Acto seguido nos
fuimos a la Librería Rulfo, donde el Armanduendín Zamora nos mostró su cada vez
más ampliada librería, con un acervo que ya lo quisieran muchas librerías de la
ciudad de Querétaro. Ahí platicamos, tomamos café y nos fotografiamos en la
mampara donde diversos personajes de caricatura esperaban caras humanas para
tener vida. Un bigotón se rió con Gaby, Carla quiso ser muñeca queretana, Berna
también quiso ser muñeca, yo me hice niño con cámara que baja de un globo
aerostático y, además, encarné a una curvilínea mujer en bikini rojo.
El regreso tuvo lluvia, mucha plática y al final, una cuenta
de más de cien pesos por las nueve horas de estacionamiento privado. Pensé que
el gasto de cien pesos no podría arruinarme un día emocionante, fructífero y
aleccionador. ¡Quién, que se dedique a escribir, daría cien pesos por ser
escuchado y conocido en un auditorio lleno de jóvenes receptivos!
El jueves estuvo más pesado, la cita fue a las 7:30am y yo, para
no seguir gastando en espacio automovilístico, me fui en taxi al IQCA. Ahora fue Margarita Ladrón con nosotras, dejó a su
bebé encargado. Era otra van, se llenó más, con Berna y ¿Rafa? de pilotos. La
tirada estuvo larga, casi cuatro horas de camino curveado, de subir subir subir
y luego bajar abruptamente. Estuve con náuseas todo el camino, cosa que nunca
me había pasado en mis viajes a la sierra, ¿sería porque no iba manejando e iba
sentada en un asiento trasero?
En la van con mi amiga Carla Cristina Cepeda. |
El guión de la novela colectiva fue agarrando forma. No
regresábamos porque la pieza la habían pedido en otro país, y cuando la
mandaron, la robaron en la aduana. Y nuestros familiares, después de semanas de
ausencia, se organizaban para pedir nuestra aparición, pues éramos las
desaparecidas en la sierra. ¡Vivas se fueron, vivas las queremos!, dirían en
sus manifestaciones.
Dimos vuelo a nuestras ansias de escapar de los deberes, de
los familiares dependientes (sólo Margarita indicó que regresaría a Querétaro
para llevarse con ella a su bebé), de los quehaceres domésticos y laborales que
seguramente los hacemos o los organizamos, nomás porque eso nos tocó hacer como
mujeres.
Y mientras nos esperaban nuestros cercanos compungidos,
andaríamos en la huasteca potosina, las playas de Tampico, quizá bajaríamos por
Veracruz, viajando siempre, juntas y leyendo, juntas y escribiendo, juntas y
platicando y riéndonos.
Esas horas de escape colectivo avivaron a tal grado mi
imaginación que cuando llegamos a la flamante biblioteca de Jalpan me costó
asentarme en la realidad de que sería solo un día de viaje, que no hacía tanto
calor como esperaba y que había autoridades a las que debíamos saludar
obsequiosamente y con deferencia. Pero en ese momento éramos libres, siendo lo
que más nos gustaba ser: escritoras; no parejas de, hijas de, esposas de,
madres de, señoras de la casa o empleadas de…
Llegamos a las meras doce. El público era disímbolo. Había
dos señoritas muy arregladas, señores muy formales , jovencitas adolescentes,
señoras que parecían madres de familia que resultaron ser maestras de español y
literatura. Ahí mismo nos dijeron que
nuestra lectura se enmarcaba en los festejos de una semana por la fundación de
Jalpan de Serra. Con razón vimos en la plaza principal una mampara que incluía
el logotipo de Lumbre de Hojas junto con el Coro de Querétaro y el “actor y
cantante” Christian Castro, además de una Banda famosilla.
Teníamos un templete muy bonito para leer. Se nos integró
una escritora de Jalpan, de la que no recuerdo su nombre (perdón, pero no está
en la lista). Había un gran abanico eléctrico que, en deferencia a nuestra poca
tolerancia al calor (pues Jalpan es más cálido que Querétaro) luego luego nos lo prendieron, aunque en realidad el clima al
interior del edificio era muy agradable.
Entre nuestra mesa de lectura y el público, había un
tragaluz abierto que daba a la primera planta, asiento de la biblioteca con sus
estantes y mesas. Arriba donde estábamos se había acondicionado como galería y
auditorio. Esperamos unos minutos a la presidente municipal, que inauguraría la
lectura junto con el síndico, y la Lumbre entre las hojas principió. Antes nos
presentaron a las autoridades ahí presentes, entre ellas a las dos señoritas
taaaaan arregladas: eran la Princesa y la Reina recién electas de Jalpan, pues
toda fiesta mexicana que se precie de serlo, deben tener sus “representantes de
la belleza femenina”. Y su elección fue
por democracia directa, el voto de los jalpenses fue ejercido para verlas
felizmente coronadas . Tuve el gusto de verlas poner suma atención a nuestras
palabras.
Dimos sonido a nuestros sentimientos, a nuestro ingenio, a
las historias que imaginamos y a los mundos que habitamos frente a una hoja de
papel. Lectura viva, con el tono de quien la crea, nada parecía más importante
que decir nuestra verdad, ser escuchadas y respetadas, ser comprendidas y
sentidas. Margarita con su cuento de Rod Stewart que tanto gustó; Carmen Rioja
con un poema prendido y doliente por la situación nacional; Silvia Lira con
otro cuento de amor imaginado y no tenido; Carla Cristina con sus textos
gastronómicos tan antojables; Cristina
Ruys con un relato ubicado en un pueblo selvático con un viejo artesano como protagonista y la escritora
jalpense con un cuento también muy bien logrado. Yo declamé a mi modo unos
poemas de mi “Enamorarme de mí”.
Entre participación y participación, Marta Favila daba voz a
otros escritores que hablaban del alma de las bibliotecas, de la poesía como
conocimiento emocional y de lo importante que es darle vida a los edificios
dedicados a la cultura.
Finalizamos con los agradecimientos y con las
participaciones del público… Que no fueron pocas, pues casi nadie se quedó sin
hablar, conmoviéndonos a todas. Hablaron de los relatos, de las emociones que
surgieron, algunas adolescentes de sus inquietudes por ser escritoras…
Valía la pena el esfuerzo de ir, de organizar, de manejar
hasta allá, de “perdernos” de nuestras familias, de las náuseas por el viaje.
El gusto de leer era el pastel, la cereza fueron los comentarios, la emoción
externada por nuestros atentos escuchas.
Platicando de mis libros con público jalpense. |
Y luego las filas para las firmas de los libros que se
regalaron. En mi caso, platicar con ellos acerca de mis libros, cómo los hago… y vendí dos a muchachitas que hablaron a sus mamás que vinieron
a dejarles el dinero desde la plaza donde las estaban esperando. Ahí, a un lado
de los separadores con textos de las escritoras que participamos en el
encuentro, les dediqué con mucho cariño mis libros de relatos y novelas.
Comimos con la animosa presencia de Hugo Márquez,
enciclopedia andante de la cultura jalpense y actualmente encargado de la
cultura en el ayuntamiento. No había tema del que no supiera y diera cátedra:
la historia, misiones, música, cultura originaria, personajes, cursos… creo que
si le hubiera preguntado una lista de los libros existentes en la biblioteca,
me los hubiera dicho. Huelga decir que agendé una presentación de mi próximo
libro con él en su municipio, espero que sí se realice.
En la comida se agotaron los picheles de limonada
rápidamente. La cecina con enchiladas nos supo a gloria, y la nieve de vainilla
también.
Pero nos faltaba el regreso. Carmen me obsequió un
dramamine, me advirtió de nomás tomar la mitad pero yo ya me la había echado
toda. Entre sueños, bamboleos y saltos en la van, recuerdo que varias siguieron platicando un
rato: Carla, Marta, Margarita y Carmen,
que, al parecer, tienen más capacidad en
ese sentido. La última hora fue silencio.
Toda pacheca bajé de la van, me despertaron y con mucho
trabajo saqué mi mochila y la bolsa de libros. El mismo portero que no me dejó
entrar al estacionamiento el martes, no me quería dejar salir directo a la
Zaragoza, tan adormilada que estaba como para salir por la otra calle. Berna y Rafa
intercedieron por mí y llegué directo a la parada de camiones. Hice todo mi
esfuerzo por subirme a la nueve que, en un colorido atardecer, veloz me dejó a
cinco cuadras de mi casa. Llegué arrastrando mis mochilas, sintiendo que toda
la droga del mundo no me haría olvidar el bellísimo día que acababa de vivir.
Santiago de Querétaro,
México, a 26 de abril del 2016.