martes, 27 de octubre de 2015

Viaje a la sierra sonorense: Cuarta y última. Dinosaurios, rayos gama inesperados y una Cananea familiar.

Me fui para el Agua Prieta a ver si me conocían... Me dijeron que era más rápido llegar a Cananea por Agua Prieta, así que la casualidad, causalidad, se hizo presente. No extrañaría recorrer el camino del río Sonora pues mi afortunada equivocación ya me había llevado por allá. A la salida de Nacozari una cuadrilla arreglaba con fruición los rieles del ferrocarril, puestos quizá en su primer momento en la época exportadora de Porfirio Díaz, ya un siglo atrás. Seguí viendo más en todo el trayecto, la vía férrea remozada y aceitadita para que rápido siguieran sacando los minerales del país,  para eso la pusieron desde antes, pues.
Atardecer rumbo a Ímuris.Emiliano Rangel St.Clair, fotografía.
Nos siguieron acompañando en el mejor camino de Sonora los camiones de carga, de ida y de vuelta. Al tiempo que subíamos y bajabamos suaves pendientes en torcidas curvas, los cerros  se fueron alejando a la derecha e izquierda y dejaban lugar a planicies que me recordaban las pinturas y fotos del famoso oeste americano, pensé en que la tierra era la misma, que la frontera México-USA era una línea imaginaria solamente. Los imaginé llenos de manadas de búfalos. Llegamos a Fronteras y la denominación que pusieron en su letrero acrecentó más mi imaginación: "Tierra de dinosaurios", entonces les agregué mamuts, tigres dientes de sable y osos gigantes de larguísimas garras. Supongo que dentro del pueblo tienen su museo, que será interesantísimo conocer en otra ocasión que circule por ahí.
En cada pueblito había, entre otros productos, en venta directa al público, ristras de chile colorado,  y vi calabazas gigantes como las que hervía mi Mami con piloncillo para dárselas a mis tías, papá, Papi y a mí, ¿con leche o sin leche? en platitos de postre, por favor quiero mas. O pintadas por mi Mami: un cuadro de una calabaza gigante estuvo en la casa de mis papás durante toda mi infancia y ocupa ahora un lugar preponderante en la sala de mi casa. Y los pastizales brillaban en diversas tonalidades de verde, desde el oscuro hasta el limón, cuando ya se estaban empezando a secar. Seguíamos en la misma altura, transitando durante dos horas por una bella meseta, dejando atrás por fin la vegetación espinosa y cactácea. Mira, hijo, los campos... no mamá, yo quiero fotografiar vacas y caballos. Tómale a esos cerros, cuida de que no se te atraviese el espejo o la ventana. Rápidamente Emiliano se fue haciendo más diestro con la cámara, aunque no se dejaba dirigir  por mi, su foco de atención era diferente que el mío. ¡Mira las calabazas! Mejor la gasolinera, mamá, está más bonita.
Un letrero me avisa que habrá retén militar y que nos estamos acercando a la frontera con EUA. Me ubico entre dos camiones de carga en una fila, pero no hay nadie que revise. Los sigo y al salir, un militar me hace desesperadas señas. Me le acerco y me dice que si no estoy enferma del corazón, claro que sí, se me sube a veces la presión, pues le pueden haber hecho daño los rayos, ¿cuáles? los rayos gamma con los que se escanean los camiones. ¿Qué afectan el corazón? Nomás si tiene marcapasos ¿tiene marcapasos? ¡No! , pero ¿qué tal si lo hubiera tenido? ¿Por qué no avisan antes de pasar? Usted no es de aquí, ¿verdad? Porque todo los que son de aquí saben que por ahí no pasan. (Otra señal palpable del poco turismo recreacional que hay por allá, tan bello y limpio que está el cielo, el aire, la tierra, así como el carácter de los serranos).
¡No! Soy turista... deberían tener un letrero antes, o de perdida ubicar a uno de ustedes antes para avisar. Ay señora, si con trabajos compraron ese escaneador, nos van a andar poniendo letreros. Pensé en los millones de dólares que, según las investigaciones publicadas por NatGeo, entran diariamente por la vía terrestre de drogas a EUA a México, que  todos sabemos que están arreglados con los militares, para qué tanto gasto si de todas maneras dejan pasar lo acordado. Pero fui prudente y no dije nada.
Mi coraje iba en aumento, y el joven militar recuperó su gallardía y dejó la cara de niño apenado y me hizo bajar del carro, revisó la cajuela mientras me miraba de reojo, creo que para ver si no me desvanecía o algo parecido. Me fui asustada pendiente de mis latidos, aunque al final el muchacho me dijo que no me tocaron rayos gama, mire, cuando pasa un camión grande se apaga la luz anaranjada, ahí pasó usted.
Llegué rápido a Agua Prieta y en pocos kilómetros más de una carretera de doble carril llegué a Cananea. Mi tía abuela María Eva me estaba esperando con la mesa puesta estilo mis abuelos, con una tele y su respectivo control para Emiliano y muchas memorias que entretejimos de mis abuelos, mi papá, el devenir de sus hijos, nietos. Me sentí en familia otra vez, en su casa ubicada en el inicio de un barranco de laderas verdísimas, con casas que me recordaron a las de ambos lados de la frontera en San Luis Río Colorado,  Mexicali,  Yuma, Nogales. Casas de techo plano, con cercos bajos y muchos trebejos de cartón o metal en sus patios.
Después me condujo mi primo a dejar libros míos a la biblioteca pública "Buenavista del Cobre", con la coordinadora y amiga Josefa Rojas. En uno de los cerros que rodean a esa pequeña ciudad, avizoré otra vez laderas amarillentas y deslavadas, desechos de las entrañas de los cerros vecinos.
Salí de Cananea con el atardecer y tras empinadas pendientes y subidas y bajadas cerriles, algunas llenos de ocotillos y otras de pinos y fresnos, llegué a Imuris de noche, sintiendo que entraba a la zona baja de mi querido estado, cuyo final fue Hermosillo, pueblito sencillo en donde viví, las noches aquellas tan claras y bellas que están siempre en mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Y tú ¿qué opinas?