De repente llegué a un momento de mi vida en que parecía que mis ilusiones se hacian realidad, en que los planes a futuro se concretaban y todos mis esfuerzos parecía que darían frutos esplendorosos. Entonces, nada más eufórico como la ilusión de una fantasía hecha realidad, pero para algo tengo razonamiento, y pies en la tierra, y cuestionamiento a todo, y emociones e intuiciones que me guían.
El choque puede ser tremendo, al comparar la fantasía con la realidad. Y asimilar la nueva información que el mundo te entrega, a veces no es fácil.
Asi me sucedió en días pasados. Me informaron de una escuela pública, para jóvenes con discapacidad mental, en donde mi hijo podría aprender una habilidad manual y lo capacitarían para trabajar en empresas, incluso que tenían convenio con tres conocidas firmas de la ciudad.
Acudí a la escuela, me dieron una segunda cita después con mi hijo. Cuál va siendo mi sorpresa de encontrarme con una directora déspota, malencarada y exigente, que nos asustó tanto a mi hijo como a mí. A él se le notó mucho más, pues una característica que tiene es una gran sensibilidad que le provoca temor ante situaciones o personas no conocidas. El temor le lleva a huir, cosa que hizo, de la oficina de la directora.
Yo también reaccioné, de manera cortés aunque no dejada, tal y como siempre me he preciado de serlo, aunque de modo retardado.
Pasé de la ilusión, al horror. ¿Cómo es posible que una directora de un centro para jóvenes especiales me recrimine que mi hijo sea autista (cosa que no lo es), que no le haya dicho en mi primera entrevista que era autista (nunca hablé con ellá, hablé con su secretaria y rápido)? Casi me exigió que mi hijo entrara inmediatamente al centro, pues para agosto "quién sabe" si me tocaría lugar.
Si, fui recomendada por un funcionario público, quizá por eso estaba enojada, pero ¿yo y mi hijo qué culpa teníamos?
Terminé indicándole a la directora que pensaría si entraba o no en los términos que ella me planteaba, y ella me entregó un documento sobre la disciplina en casa, como si la reacción de miedo de mi hijo fuera cuestión de mal comportamiento (claro, siempre el problema de estos hijos es la madre o ambos padres).
Pasé del susto al enojo, luego a la ira, al llanto... Y finalmente al análisis. En un país con una de las tasas de desigualdades más grandes del mundo, con un presupuesto siempre a la baja para educación pública, ¿que se puede esperar del apoyo que le puedan brindar a los jóvenes con discapacidad mental?
En un Estado, el de Querétaro, en donde se tiene uno de los niveles educativos más bajos del país, ¿qué se puede esperar de los maestros de instrucción especial? ¿Qué se puede esperar de un sistema casi colapsado por la grandísima demanda de educación pública que existe, que de hecho no alcanza a cubrir a la población infantil del estado y debe "complementarse" con la educación privada, a costa de los bolsillos de las familias?
Si, las ilusiones de una capacitación digna para mi hijo se cayeron, por lo menos por esa institución. La verdad, me llevó varios días salir de mi enojo y frustración y asimilar que mi hijo no puede estar en un ambiente dirigido por personas así.
Me queda el orgullo de haber decidido no exponer a mi hijo a situaciones forzadas en donde sé que estará muy mal, aunque me hayan platicado cosas de ese lugar que parecía el Non plus ultra adaptador de los jóvenes con discapacidad. SON MENTIRAS.
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