Mi abuela materna y yo (de siete años), en las rocas de Cerro Prieto, Bahía de Kino. |
Me despertabas en las mañanas con el olor a pan tostado y el ruido de tus chanclas sobre la arena del piso.
Llorabas cuando me subía al camión para regresarme a Hermosillo.
Me enseñaste a jugar cartas, hacer amigas, cuidar amorosamente de las mascotas y vivir tranquilamente en disfrute de la playa y el mar.
Impulsaste mi amor a la lectura guardándome todo tipo de revistas y libros interesantes. Me pusiste el ejemplo apasionándote con la lectura de sendas novelas.
Me guiaste en el camino de la creatividad, dándole un alto valor a las cosas hechas manualmente, a lo original en las cosas que te rodeaban en tu pequeña casa.
Me mostraste que es posible para una mujer sola, vivir feliz y tranquila.
En mi pubertad, escuchaste mis miedos y me guiaste para aceptarme cuando aprendía a ser mujer.
Tu independencia y fuerza de carácter me mostró que yo también podía tenerlos.
Fuiste la mejor mamá que yo pude tener, y eras mi abuela.
En este Día de las Madres, no hago sino recordarte y agradecerte todo lo que fuiste y eres para mí:
un gran sol en el bellísimo mar de Bahía de Kino.
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