Viajes
de azar y sorpresa: con Murrieta Saldívar y Keruoak, Maupassant
y Heródoto.
“Tomar un respiro de vez en cuando, hundirse en las
letras que se convierten en imágenes, imágenes que se convierten en
personas, lugares exóticos, costumbres diferentes, aventuras o romances, danzas
o destellos, y al regresar de ahí ver el mundo de una manera distinta. Como
dice José Vasconcelos: empezar un viaje con inquietud y terminarlo con
melancolía”.
Misha
Y tu podrías pensar, ¿Qué tienen
en común Jack Kerouak, Heródoto, Guy de Maupassant y Manuel Murrieta Saldívar? Que se lanzaron
a viajar escribiendo, tuvieron un sueño
de conocer lejanas tierras y lo realizaron una o varias veces, atravesando con
ojos curiosos y paso ágil diversas territorios áridos o ricos, pletóricos de
historia y muchas veces no hospitalarios.
Y escribieron para
contárnoslo. Porque viajeros hay muchos, pero que también escriban son pocos, y
selectos.
Y como muchos de nosotros,
gustan de conocer lo nuevo y lo desconocido, enfrentarse frente al otro
diferente, a tiempos y paisajes y personas que nos sacan con fuerza de
las rutinas que, quizá, ya nos tienen “hasta la madre”. Salir del aburrimiento,
pues, para un escritor puede llegar a ser una ardua necesidad para alimentar
sus venas creativas.
Y estos escritores viajeros
tienen sus lectores, que gustan de leer sobre los viajes ajenos, reales o
inventados, de acompañarlos en sus maravillosas aventuras y, por qué no,
contagiarse de esa fiebre viajera.
Y me llega la pregunta frente
al docto párrafo inicial de este texto, de Misha: ¿es un buen libro un eficaz
sustituto de un viaje imposible? Creo que si, si leemos a Maupassant ( S. XIX)-y
a Herodoto (S. I), viajamos no solo a
lugares harto lejanos en términos de espacio, sino también de tiempo. He aquí
lo interesante de este tipo de libros.
Atendiendo a los más sesudos
filósofos populares y no tanto (pero muy serios), cada momento que vivimos es
especial, único. Lo que vivimos ayer no se repetirá hoy, las costumbres
humanas, los paisajes, la convivencia social…. todo evoluciona. Vivimos
momentos privilegiados todos los días en nuestra comunidad, en nuestra colonia,
momentos que no se repetirán. Pero no vemos lo especial que son por ser pan de
todos los días, por sentir que por conocido no es interesante o digno de ser
contado.
Un escritor o un viajero,
cuando sale de su zona de confort, inicia con ojos nuevos una exploración de lo
cotidiano de los demás que se convierte rápidamente en azoro. Y decide, ante la
inspiración que le presenta la vista y la vivida de lo inusual, relatar,
cronicar, describir lo que le parece más extraordinario, el asombro que le
traen las diferentes costumbres. Lo nuevo de la rutina ajena, en donde el
cerebro lógico se place en encontrar diferencias entre este o aquel lugar,
entre el sabor de una comida casera con la de la ofrecida en algún
restaurant a la vera de algún camino
perdido en Oklahoma.
¿Las razones prácticas de
los viajes? Pueden ser variadas, pero no menos interesantes. A Maupassant lo
llevaron a los países árabes, a Africa del norte y al sur de Italia algún y no
bien explicado trabajo como representante del gobierno francés. Al griego
Herodoto, una sabia y bien documentada curiosidad por conocer costumbres y
pueblos ajenos al suyo; sus anotaciones luego servirían para conquistar a esos
ignotos pueblos, si no por su gente, por los romanos, siglos después.
A Murrieta Saldívar (S. XXI),
su buscado viaje por la vieja y estudiada Europa Occidental lo llevó el deseo
de conocer, en vivo y a todo color, a la ciudad que había dado origen a todo
tipo de ilusiones románticas: París, y al país que dio vida a la lengua con la
que se labraron las obras literarias a las que dedicó de un lustro a estudiar,
España.
¿Qué lleva a Keruoak a
viajar de ida y vuelta por las arduas carreteras de Estados Unidos de América? Un
sueño de libertad, una desesperación ante la rutina, un deseo de reunirse con
los amigos dispersos, un gusto por lo nuevo y la acción, nostalgia por lugares
y personas descritas nunca conocidos pero comunicados en un grado emocional por
terceras personas.
Si para Herodoto su hazaña
de visitar los diversos pueblos árabes y africanos y describir sus costumbres y
determinar su locación fue trabajo, curiosidad, deber y un gran riesgo, para Keruoak
(S. XX) los viajes eran escapes de las vidas convencionales que amenazaban con
atraparlo y hundirlo.
Para Murrieta Saldívar, el
viaje europeo tiene tintes heroicos, pues la dificultad que le estribó
concretar su presencia en el otro lado del charco, fue compensada con los
premios vivenciales, con la cercanía a sus personajes y lugares soñados, con
situaciones que fueron grandiosas sin buscarlo.
Asi, Paris fue frío con
él cuando pensaba que sería cálido y
amoroso. Encontró, sin pensar que los necesitaría, la solidaridad y amabilidad
de los extranjeros que, como él, peleaban con dientes y uñas un espacio en
donde ubicarse, en donde poder vivir sin ver reducidos sus reducidos recursos
económicos a cero. Si el sueño de ser un
escritor en París lo llevó a realizar verdaderos actos de magia, el saber que
el Barrio Latino, donde antaño vivían los pobres artistas que después se harían
famosos, era ahora inaccesible para el bolsillo de la mayoría de los creadores,
fue otro descubrimiento que lo llevó a pisar la más cercana realidad de los
inmigrantes.
El tema de los recursos
económicos, soslayado o poco importante
para Maupassant o Herodoto, es vital tanto para Keruoak como para Murrieta. Si
el dinero compra la comida, el albergue y la entrada a los lugares más emblemáticos
de las viejas ciudades, su falta provoca angustia, hambrunas y, en el caso de
Keruoak, actos vandálicos que produjeron pocos o nulos remordimientos de
conciencia.
¿Acaso viajamos para huir
del caos interno? ¿Acaso leemos –leímos- novelas sobre viajes y aventuras para
no perder la capacidad de asombro? ¿Acaso viajamos, como escritores, para
curiosear y meternos de lleno en las vidas muy ajenas y diferentes, solo para
dejar huella de nuestro paso en la vida? ¿Acaso nos sometemos heroicamente a
situaciones límite, en los viajes, para anotar victorias en nuestras vidas que
de otro modo sería difícil lograr?
Solo puedo responder a lo
anterior lo siguiente: a los espíritus libres siempre nos han gustado los retos,
aunque después de muchos kilómetros extrañemos y deseemos, cansados, estar en
casa con la Doña Lina de Murrieta, la Tía Betsy de Kerouak o aquí, en mi casa en Querétaro,
desde donde escribo esto.
BIBLIOGRAFIA
Herodoto.
De Paseo con Herodoto. FCE. México.
1986.
Kerouak, Jack. En el camino. Ed. Club Bruguera. España.
1981.
Maupassant,
Guy. Relatos de viajes. Tomo I, Obras Completas. Ed.
Aguilar. España. 1961.
Murrieta
Saldívar, Manuel. La grandeza del azar:
eurocrónicas desde París. ISC. México. 2006.
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