Yo le había dicho a Aída que cuando fuera a Durango me iba a
comer un taco de alacrán, medio en broma y medio en serio. Pues si, había un puesto de tacos de carne asada (claro
que no podía faltar, ¡ya estábamos en el norte de México! ) que también preparaba
tacos de alacrán.
Antes, me había tomado una foto con un atractivo vaquero que
me sorprendió porque sacó su pistola sin preguntarme si estaba de acuerdo o no.
Déjenme platicarles antes porqué estuvimos en Durango.
En este viaje a mi ciudad natal, hice cambio de ruta
terrestre: tenía toda mi vida (en viajes cada seis meses o cada año) transitando
a Hermosillo vía Guadalajara, a excepción de una ocasión que se me ocurrió ir
por Chihuahua, así también, para variar.
Por eso me decidí en acudir vía Durango-Mazatlán-Hermosillo,
para conocerla y pasar por estados y ciudades con los que no estoy
familiarizada y a los que rara vez acudo. Durango no conocía, a Zacatecas había ido una
sola vez y a San Luis Potosí también, cuando fui de paso rumbo a la
Huasteca.
No me metí a las ciudades, y de la inseguridad de la que
tanto se publicita sobre todo en Zacatecas, me di cuenta por la gran presencia y movilidad de
elementos de Guardia Nacional circulando por la carretera; en un retén, de los
dos que pasé en ese estado, un muchacho con uniforme de Guardia me pidió amablemente
mi licencia de conducir, luego de preguntarme de dónde viene y a dónde va. Le
dije mis planes para ese día, pues contestar esa pregunta en relación con mi
vida entera se me hubiera hecho muy difícil.
Me alegró darle un uso a mi licencia porque casi nunca me había hecho falta.
El lugar es espectacular, ambientado en tres modos diferentes los ambientes de las películas western: las del pueblo yanqui del siglo antepasado, con cantinas, banco, los restaurantes, la central de carretas con caballos, el post office, todo de madera crujiente.
La del pueblo mexicano, con tres pequeñas cuadras que escenificaban la casa de hacendado con sus dos pisos y su fuente, la casa de adobe descarapelada, la casita del campesino llena de aditamentos de arado y flores al frente, el banco y la iglesia católica-española.
Los responsables de las tiendas y otros habitantes del pueblo (que resultaron ser actores de los sketches), andaban ataviados con vestimenta típica vaquera, mexicana antigua o indígena del norte de América.
Y finalmente, el espacio
de los indios, lo más cliché de lo salvaje, lo oscuro, con
ahorcados de juguete posando en la entrada, osos y pumas de utilería en actitud
de ataque, ofrendas más parecidas a la santería con incienso…. y su sonido de
tambores y de rugidos de tigres accionados por actores muy morenos disfrazados
al estilo de los apaques, comanches y demás indios del norte de América. Como
vivienda, se aposentaron los famosos huipis blancos, como un asentamiento
provisional. Tal parecía que en esa área dedicada a los indios ingresabas al
espacio donde accionabas tus propios miedos más profundos, lo primitivo y a la vez donde estaban más
elementos de la naturaleza integrados a la vida cotidiana de los primeros
pobladores de América. Qué decir que las
mejores y más bonitas artesanías estaban
en esta sección.
Desde media hora antes de la hora establecida para el inicio, las maderas apostadas a lo largo de
la calle principal del pueblo yanqui estaban ocupadas por los visitantes que,
aleccionados a no atravesar la polvosa calle ni a gritar o levantarnos de
nuestros asientos, esperábamos ansiosos lo que a continuación sucedió: un
desfile con las banderas de los comercios de artesanías, comidas y bares
instalados en cada uno de las casitas de los tres espacios, todos disfrazados
con ropa de la época, incluyendo las meretrices que salieron en llamativos atuendos
rojos y negros.
Luego, un sketch de media hora, que incluyó como uno de los
personajes principales a un brujo indio con el mismo atuendo que Jhonny Depp usó en
la película “El llanero solitario” de Disney, llamado “Tonto”. El sketch incluyó
bandidos, indios, ladrones, dueña de banco, cajero y claro, un número tipo
Can-can con las meretrices. Bien actuado y muy entendible el guión, hasta yo me
reí. También pasaron jinetes indios y
carretas, todas jaladas por caballos. Me gustó que todos tuvieran micrófonos
ocultos, lo que hacía que pudiéramos escuchar perfectamente los diálogos,
así los disfrutamos tanto los que estábamos frente a los actores como los que apenas alcanzaron lugar al final de la calle.
Yo le había dicho a Aída que cuando fuera a Durango me iba a
comer un taco de alacrán, medio en broma y medio en serio. Pues había un puesto
de tacos de carne asada (claro que no podía faltar, ¡ya estábamos en el norte
de México! ) que también preparaba tacos de alacrán. Pedí explicaciones y me
dijeron que asan uno y lo ponen, sazonado y con limón, encima de un taco de
carne asada. Me los mostraron de dónde los toman, vivos… una pecera con rocas,
tierra y tronquitos secos, en donde los alimentan con grillos para tenerlos
listos para el cliente. Solo de verlos caminar con sus pinzas y cola levantadas, me erizó la piel de los brazos
y de la cabeza y salí corriendo. Recordé las hordas de alacranes que como plaga
aparecían en la casa de mi papá en Kino, o las dos veces que me picaron en
Hermosillo. La primera ocasión, tenía yo nueve años, me puse grave y sin poder
respirar bien durante un rato, pues no tenían antialacránico en el Seguro, a donde
me llevó mi mamá.
La verdad, la comida de ahí no se me antojó. Los recuerdos como llaveros, imanes sí, pues estaban bastante económicos y eran muy vistosos, al parecer es el lugar donde tienen las artesanías y cosas típicas más baratas de Durango, por lo que pude comparar con el mercado Gómez Palacio (así se llama su mercado municipal) a donde habíamos ido a desayunar.
Nos invitaron los actores a esperarnos media hora más, pues en
el área mexicana hacían otro sketch diferente. Nosotros teníamos una cita con
la nueva carretera (nueva es un decir, ya tiene diez años pues se inauguró en
2012) panorámica y acorta-tiempo Durango Mazatlán, de la que tanto había oído
hablar. Salimos de ahí contentos y listos para continuar nuestro camino.
Íbamos a transitar la espectacularidad en caminos, más
emociones para ese día nos aguardaban. Pero eso es para la próxima entrega.
Es un deleite leer a Ana Georgina quien con su grata y amena descripción te transporta al lugar y evoca sentimientos .Gracias querida Ana por compartir!
ResponderEliminarSaludos
Veronica Zepeda
Genial Ana, me hiciste compartir tu viaje!!! Emi debe haber estado feliz!!!!
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