Para
comenzar un prólogo que incluya espinas y flores habremos de tomar la obra con
delicadeza, para darle el espacio que necesita para ser contemplado, escuchado
y comprendido.
¿Cómo se
renuncia a un sueño?, dice Georgina, cómo se desanda por el camino elegido,
cómo se deja la rutina, cómo se suelta la piedra cuesta arriba para dejar de
recomenzar una y otra vez con la lucha infructuosa.
En el
símbolo de la flor con espinas, que mantiene su delicadeza a salvo del agresor,
así se procura una poesía melancólica, que palpita suave y se derrama en la
herida abierta del duelo.
La obra
plástica retoma esta atmósfera desértica, en rincones floridos, como es el sexo
femenino, insinuando la vellosidad en espinas y la vul-
va como flor protegida.
No hay rincón nectarino que sea sencillo de obtener, hay que pedir que se le
permita entrar.
Y qué
sino, la personalidad femenina es una moneda de dos caras, cuya defensa es para
el que ella rechaza y la flor, para la abeja o el colibrí que tocan lo preciso
para fecundarla y llegar al fruto.
No hay
poesía sin dolor, es un parto cada palabra y cada frase. Quien conoce a
Georgina sabe, como lo sé Yo, que es una narradora directa y que no se anda con
rodeos, que si tiene que mencionar “los labios vaginales”, lo dice sin disfraz.
Por eso leer en particular este libro de poemas y contemplar las flores sobre
cactáceas es sin duda caminar sobre la nueva piel, la piel más interna, la
fuente de savia que no debe ser contaminada, aquella que no había sido mostrada
a casi nadie y que ahora que ha llegado la madurez y las canas se derrama en
una sabiduría contenida.
Es aquí
donde quiero dejar de opinar, y donde empiezo a invitar a que cruce Usted el
desierto lleno de flores, de espinas y murmullos poéticos que han sido paridos
generosamente por Georgina, donde los silencios colocados en el lugar preciso
nos llevan al interior.
Dalia
Larisa Juárez Otero.
Santiago de Querétaro, México. 2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Y tú ¿qué opinas?