viernes, 24 de noviembre de 2017

TIERRA MINADA, de Anna Georgina St.Clair: la pasión y el legado.




Por Luz Angélica Colín.

Texto leído en viva voz por mi gran amiga Luz Angélica Colín: escritora, poeta, locutora, titiritera y actriz queretana. 
Presentación de Tierra minada en Santiago de Querétaro. Galería Libertad. 17 de noviembre del 2017.
Gonzalo Celorio, el gran editor, ensayista, narrador y crítico literario mexicano, escribió:
“Amo los libros, su peso, su gravitación, su compañía, amo las encuadernaciones españolas y las holandesas, los tejuelos de los lomos venerables, las guardas florentinas que recogen el color de las maderas, amo la nomenclatura editorial de versales y versalitas, medianiles, cajas y puntajes, amo los exlibris, los cantos dorados de las biblias, los colofones, la honestidad ruborizada de una fe de erras, amo mis libros los de camisa almidonada y los más modestos, que me han acompañado a lo largo de mi vida, los que han sufrido en sus páginas la cristalización amarillenta del tiempo y los que todavía huelen a tinta, el santo olor de la tipografía, los intensos que aún conservan su virginidad y los subrayados por mi devoción, los que se meten sin permiso en las palabras que escribo, los que al cabo de tantas lecturas parecen desintegrarse como pastillas de jabón, los que encuentro sin necesidad de buscarlos porque he acudido a ellos tantas veces como a mis recuerdos más antiguos, los guardo, los cuido, los clasifico, los ordeno, los subrayo, los anoto, los acaricio, los celo, no los presto, pero los comparto ¡vaya que los comparto! A compartir mis libros he dedicado mi vida, como escritor que habla acaso más de lo que lee, que lo que escribe, como maestro que no ha hecho otra cosa que contagiar el entusiasmo por la literatura, como editor ocasional que ha tenido el privilegio de convertir un manuscrito en un libro vivo y circulante como la sangre, cómo no compartir los libros si son ellos los que me han echado a ganar la vida”.
Luz Angélica Colín y Anna Georgina St.Clair, en una entrevista en Radio Querétaro.
Elegí este fragmento, porque veo a Anna Georgina St.Clair así. La imagino sobre su computadora con el santo olor a tipografía rodeándola, con la pintura fresca de sus pastas madurando a la sombra del sol, ideando y permitiendo que sus dedos traduzcan las sensaciones que el tema de su nueva novela trae; son marmoleados como los minerales que dejan entrever las vetas de una mina, luego, dejándose mecer por el olor del café que desde su cercana cocina rústica llega hasta donde se encuentra trabajando. Como escritora, su trabajo es concienzudo, arduo, metódico, sistemático: casi una novela por año, y quienes escribimos sabemos que eso implica mucho trabajo frente al teclado, mucho café, muchas fumarolas y muchos postits en el cronograma para dibujas a los personajes, sus acciones, sus postulados, su esgrima existencial, en fin jugar un poco a ser dioses creando universos.
Durante la presentación de Tierra Minada
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Ella y yo hemos tejido nuestra amistad con granos de café aromático mientras me cuenta que estuvo pintando portadas para sus libros, mientras me dice que se asesora mediante programas y aplicaciones computacionales que la hacen crecer metodológicamente. Anna Georgina no para, nada la detiene. Ni sus gallinas ponedoras ni su gallo-perro, defensor de de territorios que ahuyenta a los tlacuaches y a los gatos, se las ingenia para dejar todo y salir con su coche rojo pasión como ella, hacia la carretera rumbo a Kino para hacer la investigación que sustente su nueva novela, Tierra Minada. Esta vez permanece varios meses, no los que tenía planeados, pero la situación en Sonora la hace regresar antes de lo previsto. Es de noche, y la noche parece más oscura cuando se viaja solo en coche miles de kilómetros: Hermosillo, Navojoa, Los Mochis, Rosales, Tepic, Jalisco, León, finalmente Querétaro. Llegar con la noche a vaciar la oscuridad percibida, los miedos ocultos, las tensiones contenidas, el daño a la tierra, el disfraz gubernamental y las sobadas arengas políticas. Sacar del corazón de la tierra en furgones de tinta angustias, insomnios, injusticias, drama humano que poco o nada conmueve a la autoridad. Producir una segunda versión de una novela terminada que no termina de cuajar, por rigor, por disciplina, por pasión. Otra vez esa palabra que la define en buena parte: pasión. Las negritas, cursivas y versales van enredándose cuenta por cuenta en un hilo bien tejido, la historia finalmente se revela y se aclara una estructura para narrar una pasión, una historia, la de Catalina MacGreggor, escrita sin embages ni tapujos moralinos, con sexualidad explícita y expresa, un personaje que la convoca como periodista cuyo legado no niega en su escritura. Se revela también la historia de su niñez, la historia de sus ancestros, el legado de quien vivió el amor por las minas. Ella creo que no lo sabe, yo soy nieta de un lapidario, de un hombre que invocó a los dioses en las entrañas de la tierra a lo largo de siete minas de ópalo. Nada es casualidad, quizá las entrañas de la tierra saben cómo tejer sus artilugios y en revesar los encuentros. Georgina como yo, deploramos también el daño salvaje y atroz que se hace a la tierra. Eso nos une, nos hace estar aquí, invocando otra pasión quizá tan fuerte como la raíz de la que se emerge en cada familia, la pasión por las letras y la literatura.
En esta, su más reciente novela, en la contraportada puede leerse:
“Esta es la historia de una huelga que termina extrañamente bien. Acontece en Nacozari, pueblo minero sonorense. Cata, reportera del Verídico, visita el lugar durante el evento y encuentra que la actividad cuprífera desencadena peligros que van más allá de un bajo incremento salarial. La contaminación, el uso indiscriminado del agua y la organización popular llegan hasta Hermosillo, en donde actividades estatales y federales se ven forzadas a tomar decisiones cruciales. Al mismo tiempo, ella se enfrenta a sus debilidades al ceder a las insinuaciones amorosas de un colega director de una pequeña gaceta fronteriza. Tierra minada es la tercera novela corta en donde la protagonista es Catalina McGreggor, reportera de un pequeño periódico independiente en los años ochenta del siglo XX, en el estado norteño de Sonora, México.
En la página 95 puede leerse como parte de su historia:
“Viví en Querétaro durante 28 años, tengo dos meses radicando en Bahía de Kino, Sonora. Nací en 1962, me crié en Hermosillo, de padre mexicano y madre y abuela suecas. He sido reportera, organizadora política, representante electoral. Estudié música, física, pintura, letras hispánicas, ciencias políticas y pedagogía.
Soy internauta y lectora ávida de novelas, cuentos y poesía. Ardua viajera por la Repúbica, me plazco en fotografiar y publicar mis hallazgos naturales y paisajísticos en las redes sociales. Junto con la promoción de mis libros, he dado cursos de encuadernación manual”.
Es un placer escuchar de viva voz a Georgina hablándonos de esta intensa novela: Tierra Minada.

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