sábado, 19 de octubre de 2024

El asalto, la huella, los arcángeles. Morelos y Taxco 3, y último.

 Concéntrate y tu realidad adquirirá una profundidad astronómica.


Recordamos en base a las emociones que nos generaron ese hecho, así es como se quedan en la memoria. 

Por eso lo que más recuerdo de este último día, ya de regreso a casa, es el asalto. 

La huella

Flores de Tepoztlán, Morelos. 

Cuando ya empacadas nuestras cosas salimos del hotel en Yautepec, encontré un recado de Alejandra, del Cofeellez, que quería comprarme un libro antes de que me fuera. Fuimos a su casa y le recomendé el "Enamorarme de mí", porque es chico y tiene poemas cortos y concisos, además de que fue mi primero. Lo compré, me dijo que debía quedar una huella de mi paso por su establecimiento, y se lo agradecí con el alma. 

Alejandra del Cofeellez, con
"Enamorarme de mí". 


Después de encontrar un vulcanizador que nos puso las llantas al tiro, fuimos en el angosto y precioso camino, lleno de maizales en esplendor, a Tepoztlán. Mas adelante desayunamos unos ricos chilaquiles y luego luego llegamos. 

Nos vimos en un cafecito cerca del centro y emprendimos la platicada, con nuestros hijos al lado, durante dos horas, que hubieran podido ser más si no le cortamos, yo tenía un largo camino de regreso.

Tomé la carretera alternativa, sin casetas ni cuotas por favor, Googlemaps , que resultó un viejo camino que se llama, según algunos carteles que todavía quedaban en pie, "Carretera libre a Toluca". Angosta, cruzando pueblos y carreteras de cuota, entramos de lleno a la Laguna de Zempoala. Me di cuenta porque di de frente con una entrada que decía eso, "Laguna de Zempoala", Parque Nacional, en miércoles con su puerta abierta y un letrero grande con todas las precauciones relativas a no encender fuego, salirse del camino, no nadar en el lago, etc. Para la otra, me dije, me quedo y entro a conocerlo.

Pero seguí de frente en curvas frente al majestuoso bosque, pegada al cerro que tenía bastantes deslaves, producto de las últimas lluvias de verano, imaginé. Esos deslaves que a veces ocupaban un cacho del camino, también incluían troncos y raíces de árboles, pedazos de troncos y tierra anaranjada que se me antojó barrosa y muy fértil. Lo bueno era que no estaba tan desolada, un poco menos que el lunes. 

El asalto

Seguí manejando y más adelante se detuvo el tráfico, vi que el camión que traía adelante prendió sus intermitentes y me detuve también. Avanzamos lento y vi las luces de una torre de policía, puede ser un accidente, le dije a Emi. Cuando pasó frente a la policía, que ya venía de regreso, le preguntó desde mi ventanilla que si qué había pasado, pues un camión de pasajeros verde estaba detenido en la carretera. Me dijo el policía que los acababan de asaltar. Le cuestioné que si estaban por aquí los asaltantes, que si se podía seguir por ese camino y me dijo "Fue en Santa Martha, no aquí", y "sí puede seguir sin problema". Avancé tantito y vi corriendo a lo que entendí era el chofer del autobús, rumbo a los policías, como que olvidó decirles algo. Era un señor bigotudo, panzón, con camisola blanca y pantalón de vestir. 

Yo como soy muy confiada en las autoridades le seguí. Confié en que mi carro está viejito, en que me veo pobre y canosa, en que Emi está grandote, es hombre y no ando sola. Soy gallina vieja, pensé, no apetecible para los coyotes. Con esa confianza metafísica seguí manejando, presta a vivir la neblina, la montaña alta, el frío y... la falta de señal ni para hablar por teléfono.

Caí en la cuenta que se puede asaltar por ahí y ni quién lo supiera hasta salir de la zona cero para los celulares. ¡Qué "Todo México es Telcel" ni qué ocho cuartos! Pasé por una curva y avizoré rápido un Atos descolorido estacionado en una curva, con alguien adentro, como viendo quién pasaba y con qué carro. Como los halcones de Sonora, pensé, grabando una peligrosa travesía que hice por terracería entre Puerto Peñasco y Caborca. 

Y cuando llegué a unas casitas, bajé al baño a comprarnos elotes recién cortados, cocidos para comer, me fijé en el Googlemaps: Santa Martha, que la acababa de pasar, precisamente sin señal de nada. Platiqué poquito con el señor de la tienda que tenía los baños, me pareció muy amable, así como las mujeres que me vendieron los elotes. Nos subimos rápido al carro ya darle pata, para salir de esa tierra de nadie, o más bien de gente especial que se aprovecha de los bienes y el trabajo de los demás. 

Ya teníamos hambre. Pasé, en Tlacomulco, por un puesto de tacos que los ofrecía de moronga y otros ingredientes, una exquisitez de hierro y proteína que nadie hace. Nos bajamos y muy amables también los señores, que exprimieron sus guisos y quesos a punto de acabarse para hacernos una rica comida casera. Les platiqué lo del asalto y no preguntaron nada, ni siguieron el tema, más bien cambiaron de conversación. Eso me indicó que ellos sabían y no querían agregar nada. 

"Son cosas que suceden y no salen en los periódicos", afirmé. Ellos solo asintieron y me ofrecieron agua de piña, riquísima.

Flores de Tlacomulco, a un lado de
la carretera Libre a Toluca. 




Unos metros más adelante, el camino tenía unas preciosas flores rosas que me emocionaron. Cómo es posible que no tome fotos de las flores del camino, me dije. Detuve el carro en la carretera de dos vías, me bajé y usé mi cámara para lo que la traje. Vino un carrito viejo en el camino desde   lejos y frente al mío se detuvo, por más señas que le hice de que me rodearan. El chofer se acercó y me preguntó que si me podía ayudar, le dije que estaba tomando fotos solamente, muchas gracias.  

Ahora lo pienso y él debe haber sido uno de los cuatro arcángeles que me envió Luz Angélica con sus pensamientos hechiceros para ese día de camino. Gracias por aparecer, no me hiciste falta.

Seguí la huella del camino trazado hasta que di con una gran desviación de cuota que rodeaba Toluca, esa sí la tomé, no quería tiempo enredada en un tráfico pasar que me recuerda al de la Ciudad de México hace treinta años. 

Los arcángeles

Ya estaba oscureciendo cuando emprendí el último tramo Atlacomulco-San Juan del Río, dejó el Googlemaps  a un lado, esa parte ya me la sabía. Es un camino bello, pero peligroso, sobre todo pasando Acambay. No tiene iluminación y sí mucho tráfico de alta velocidad, aderezado por altos topes que solo dificultan el avance. 

Ya para llegar a la 57, de noche, alcancé a sacar la vuelta a media llanta hundida en el carril de alta velocidad que apareció de la nada, y no pegarle al carro que andaba rebasando. Ese fue el arcángel de mis reflejos. Pensé en qué hubiera pasado si me dedico a ver el mapa en el celular y no la carretera. Volteé y por única vez, Emi no se había puesto el cinturón de seguridad. Con el espejo vi que la habían puesto para señalar un gran agujero en la carretera, aunque no sé qué sería peor, un agujero con el que brincas y golpeas la llanta, o una llanta que te atora y puede volcar. 

Arribamos a la 57 y todo fue manejar rápido hasta San Juan del Río y despacio en la entrada a Querétaro, están arreglando tres de los cinco carriles. 

Hogar dulce hogar, nos dijimos cuando nos saludaron el CabezadePollo y las tres pollitas que vimos crecidas. 

Vi el mensaje de Luz Angélica: "te mandé cuatro arcángeles para que los cuiden en el camino". No sé cuáles fueron los otros dos, pero hubo peligros y llegamos sanos y salvos. Gracias. 


#yautepec

#tepoztlán

#lagunazempoala

#tlacomulco

#atlacomulco



viernes, 18 de octubre de 2024

Miedos, Guardia Nacional y Encuentro. Morelos y Taxco 2.

 

No existen saltos en las biografías, sólo una línea que se ve interrumpida por el tiempo pero que después se retoma.  
Fiedrich Nietzche(parafraseado) 


Calle principal con canastos en Yautepec. 

Viajar es explorar. Si viajas para conocer lugares de los que ya investigaste bien con fotos y comentarios en las redes sociales, lo que termina pasando es que solo repites y recreas las experiencias de otros. Lo bonito es ir descubriendo. En mi caso, cuando viajo a lugares recorridos hace más de cincuenta años, yo redescubro lugares ya transformados y revivo memorias lejanas para transformarlas en algo vivo y actual. Además, las comparto con mis hijos y con ustedes. Este fue el caso de este viaje.

En el segundo día, vi que la lagartija pequeña que habíamos encontrado la noche anterior en el techo, había dormido en el baño. Salí temprano del hotel, Emi se quiso quedar a ver su cablevisión y acordamos que yo regresaría si encontraba un lugar dónde desayunar, estábamos en Yautepec.

El río Yautepec, enmedio del pueblo.
Me metí en una veredita entre las bardas de las casas y el río, encauzado por dos muros de piedra, llena de vegetación y flores. Llegué hasta unos arcos antiguos sobre el río, con una inscripción vieja que no se leía bien. Seguí hasta llegar a un puente peatonal y lo crucé. Caminé en una callecita adyacente, bordeada por murales pintados por grafiteros, muy bien hechos. Deseaba un café descafeinado con leche, mi costumbre matutina que acompaña mi desayuno. 

Me habían dicho en el hotelito que no había restaurantes abiertos tan temprano. El gym  sí abrió, y como estaba ubicado en el mismo terreno que los cuartos, cuando pasé sobre el zacatito (muchos patios tienen zacatito verdísimo allá) estaban forzudos y forzudas con su rutina, ambientados con música vivaz y energética, mientras hacían sonar sus aparatos. 

El Encuentro

En eso pensaba mientras caminaba al centro, cuando un letrero en un pizarroncito en "A", asentado en la calle-banqueta, llamó mi atención: 

YA ABRIMOS    
A donde va
Cafetería Cofeellez
Baguetes    Chapatas   Pasteles

Alejandra hija en su café Cofeellez, con mis libros. 
Ufff me dije. A ver si lo pusieron desde ayer y no está abierto. Entré a un amplio zaguán y al fondo vi la mitad de una mesita café con una silla y mi corazón saltó de gusto ¡Otro deseo cumplido! Entré, estaban limpiando el lugar, frente a otro patio amplio con zacatito y plantas, y sí tenían servicio. Sobre las mesas había ¡libros!: Nietzche, Drácula, Milan Kundera... Este es mi lugar en Yautepec, observé. Y Alejandra hija y Alejandra mamá me regalaron una mañana preciosa, platicando y haciendo planes para el futuro. 

Resultó que habían abierto hacía dos semanas apenas. Alejandra hija, gerenta y fundadora, además de artista plástica, tiene el plan de exhibir exposiciones pictóricas cada mes, vender productos de artesanos y productores del pueblo, además de presentaciones de libros. El próximo 2 de noviembre inaugurarán con bombo y platillo (literal porque estará una banda musical). Quedé de regresar en mayo de 2025 con mi exposición pictórica y presentaré al mismo tiempo mi(s) libro(s). Esto último no lo acordé con ella pero espero que leyendo este texto, se entere y acceda.

Cartel Inauguración Cofeellez

Desayuné una rica chapata de pollo empalizado (quedamos de dejarle así en el menú el nombre del guiso) muy entusiasmada.  Me enteré que la casa donde estábamos es icónica, pues ahí y afuerita se filmaron escenas de la película Tizoc, con María Félix y Pedro Infante. 

Regresé por las veredas del río y me encontré con vacas y caballos pastando en sus empinadas laderas. Dos caballos jóvenes se rascaban mutuamente con los dientes el cuello: solidaridad.  Me llevé a Emi en el carro al café, ahí desayunó él y les mostré una colección de mis libros, qué suerte que Alicia había ido por ellos y guardado para mí.  

Salimos luego con la promesa de regresar en mayo, conducidos a Taxco. ¿Y por qué no a Las Estacas? "Hace frío, chispeó durante la noche y el río se enfrió", afirmaron sabiamente tanto mis nuevas amigas como las muchachas encargadas del hotelito. Y hasta Emi se adelantó a la cancelación, pues "olvidó" nuestra maleta de buceo en Querétaro. Hasta los olvidos tienen razón de ser. 

Cambiamos de rumbo mental como quien pone otro destino en Googlemaps y nos dirigimos a Taxco, que yo quería conocer. Claro, el camino lo elegí libre de cuotas hasta donde se pudiera. 

La Guardia Nacional

Manejando recordé la sierra de entrada a Guayabitos, playa de Nayarit. Escarpada, selvática, con muchas curvas muy pronunciadas, subidas y bajadas con solo dos carriles. Pueblos pequeños ofrecían a los lados del camino tacos, barbacoa, queso fresco...   

Lo nuevo era el patrullaje de la Guardia Nacional en caravanas, junto con militares. Algo pasó o pasa en esta región, pensé, y dolorosamente recordé el letrero inmenso que  vi en la entrada a Guerrero, con muchas fotos de muchachos y una pregunta: "¿Los has visto? Se ofrece recompensa por ellos". Primero pensé ¡cuántos forajidos juntos! Y luego recordé a los 43 jóvenes de Iguala, desaparecidos hace diez años. Eso recordaba cuando pasé a un lado de una desviación que señalaba el camino a esa  población. 

Rosas en el camino a Taxco,
ordenadas en cuadrícula.
Zona de pobreza extrema, narcos, militares, observé. No apaciguada todavía, si no, ¿por qué tantos convoys con policías o militares cubiertos con pasamontañas, apostados algunos en torretas, sobre los vehículos, frente a rifles de alto poder, como listos para disparar? Yo no había visto tantos militares desde que anduve por Sinaloa hace diez años, allá en los alrededores de Culiacán. No me asusté, me sentí segura, la verdad verlos me proporciona más confianza que miedo.

Se veía Taxco desde las curvas de bajada, casas trepadas en cerros o peñascos verticales, con las características tejas rojas sobre techos de dos aguas. Entramos al pueblo y empezó el asedio en cuanto bajamos de velocidad en la única callecita que serpentea el centro, hacia arriba. Guías turísticos amontonados para llevarnos a un estacionamiento, comprar plata, ir a la Catedral...  Una y otra vez me negué a sus servicios, no vengo por plata señor, gracias. Hasta que apareció un estacionamiento de diez plazas, con lugar, metimos el carro. Al caminar por el único camino de piedra de entrada, sorteamos motos y vehículos, pues no hay banquetas.

Taxco con pijama. (Foto tomada
por Emiliano).
Yo iba a tomar fotos, a conocer y por la camiseta prometida a Emi. Entre tantos locales vendedores de plata, encontramos una camiseta, con motivos de la película de Coco, una de las favoritas de Emi. Yo me soñaba salir de Taxco con huaraches nuevos, camiseta o vestido nuevos. Andaba en mi pantalón de pijama con tenis, un accidente ensució mis pantalones de mezclilla el día anterior y no se alcanzaron a secar. Se me hizo comprarme huaraches de mi talla (solo había amarillos, mi color favorito), y camiseta. Nadie me dijo nada de mi pijama, así que se me fue quitando la vergüenza en el día.



Fuimos al mercado municipal a comer, igual entre escalones para subir o bajar. En una fonda escogí comer huazontle en salsa macha (estómago, allá voy, me dije) con jamaica muy concentrada y tibia, recién hecha. Emi pidió su favorito caldo de pollo con entrada de espagueti, que le supo a gloria. Todo acompañado con tortillas grandes, recién hechas, de maíz y no de Maseca. Esperaba enchilarme demasiado, solo fue mucho. Eso sí, se me quitó lo macha por un rato. 
Huazontle relleno en salsa macha. 

De regreso entramos a la iglesia de Santa Prisca. Otro asedio afuera de vendedores, esta vez mujeres y niñas, ofreciendo imanes, rosarios, dulces. Se veían muy pobres algunas. Me dio tristeza ver enfrente   las boutiques elegantes de la plaza central, y su contraste con la pobreza de la región. ¿De qué sirve ser Pueblo Mágico si sólo se beneficia a unos cuantos? Debe Taxco estar gentrificado, aunque no tanto como Querétaro, observé para mí. 

Total que dentro de la iglesia, por dentro muy bella y barroca y churrigueresca (dijo Luz Angélica Colín). La atracción principal la señalaban: una Virgen de Guadalupe toda de plata, a un lado del altar principal. Se veía rara con el resto de la iglesia tradicionalmente bañada en oro.

Los miedos

Escuché de algún guía la existencia de un funicular y nos dijeron que estaba en la entrada a Taxco, o la salida. En unas bajadas espeluznantes para el carro, salimos de ese único camino y llegamos. 

Al notar los cables-rieles , vi que estaban muy empinados y nos acercaban a un risco que estaba frente a nosotros, subían en unos carritos pequeños. Dejé mi miedo a un lado y pensé en Emi y su probable reacción. Pero no lo preparé mucho, pagué y nos subimos. El grueso cable que nos conducía desde el techo, casi en vertical, nos jalaba y rápido alcanzamos vista de halcón sobre Taxco. 

Emi y el funicular. 
Vi en los ojos de Emi el pánico venir junto con arcadas. Le tomé la mano y lo hice respirar profundo, yo con él porque me contagió. Sí nos pudimos controlar, pero no podíamos salir, ni siquiera levantarnos porque se bamboleaba más el carrito que seguía subiendo. Llegamos a la cima del risco, donde estaba asentado un hotel con vista panorámica, que no fuimos a ver porque enseguida nos quisimos bajar. Estaba la posibilidad de bajar caminando por otro caminito serpenteante de piedra.  

Ofrecí a Emi ponerse de espaldas al precipicio y dejarme a mí la vista para tomar fotos. Emi respiró otra vez profundo, menos asustado, y yo con él. Bajamos con el estómago revuelto, que no devuelto, y con la adrenalina a tope, gustosos de haber sobrevivido y contarlo. Hasta foto nos tomamos con la capsulita que tantas emociones albergó, ya en tierra firme.

El alivio, ya en tierra firme. 
Sin mediar otro descanso de pie, subimos al carro para regresarnos a Yautepec. Emi tomó una bolsita de plástico y la sopló varias veces para acabar de tranquilizarse. "Mucho mejor", me dijo. Saliendo llegamos a una desviación que decía "Grutas" y recordé que yo quería acudir a las Grutas de Cacahuamilpa, que en mi infancia visité varias veces. "La próxima vez que vengamos vamos a ir a las grutas", avisé a Emi. Y éste volvió a soplar en la bolsita... yo olvidé que también le tiene pánico a las grutas. Al verlo tratando de recobrar la compostura con las respiraciones, no pude dejar de reir a carcajadas en ese momento y después en el camino cuando me volvía a acordar. 

El regreso fue más rápido, con los patrullajes consabidos de la Guardia Nacional. Hogar dulce hogar, pensé cuando llegamos al tranquilo hotelito junto al río. La cachorita se había ido. Mañana sería nuestro regreso. 

En la noche medité que no hay miedo o vergüenza que dure toda la vida, si se enfrentan. Las coincidencias no existen, sólo es el deseo  reconocido el que  marca el camino hacia su concreción. 

Para desear y concretar algo,  requiero saber qué quiero y luego sentir que lo merezco. 

#Yautepec

#Taxco

#Cofeellez













jueves, 17 de octubre de 2024

Morelos y Taxco 1. Sincronicidades, nieblas y ríos.

Creyendo es como pasan las cosas que quieres, y no al revés, es decir, no esperes a que te pasen para creer. 

Así lo comprobé en mi viaje relámpago al estado de Morelos y Taxco, Guerrero, acompañado por Emiliano, mi hijo especial y adorado. 

Tenía yo varios meses queriendo ir a Las Estacas, un balneario al que me llevaron mis papás cuando vacacionábamos de los campamentos de Los Amigos* en el Sur. , como le decimos en Sonora a todo lugar abajito de Huatabampo.

El problema era convencer a Emi de salir de la casa. Nunca le atrajo la posibilidad de echarse un chapuzón al agua fría de Las Estacas, por más lanchitas de hule, plantas y pecesitos que yo le agregara. No entendía cómo podía ser emocionante nadar en un río de aguas cristalinas, de lento arrastre, rodeado de verdísimo paisaje y cascadas, salir al zacatito y dejarse calentar por el sol para volver a entrar a nadar y bucear. No, eso no lo convenció de acompañarme. 

Le convencieron las promesas de llegar a un hotel con televisión y cable y poderse comprar una camiseta bonita. Porque no íbamos en autobús sino en mi carrito y le gustan más los primeros. Le dije un día antes de salir que si no íbamos esta semana, ya no iríamos porque tiene muchas piñatas qué hacer, viene la temporada fuerte con las posadas.

Así que empacados y el carro por fin sin detalles qué componer, salimos el lunes temprano. Yo le corto a pensar qué me falta llevar porque atasco el carro de cosas y tardamos mucho en salir. Pero según yo estaba lo principal y enfilamos a la carretera 57. Lo primero que recordé fue que ¡olvidamos sacar dinero del cajero! Y ya estábamos en el centro de los cinco carriles de alta velocidad... me hice a la derecha, tratando de visualizar en las gasolinaras laterales si había o no señal de banco. Pensamos que había qué concentrarnos en encontrar un cajero, Emi se concentró también... A la tercera sin señal, me detuve y en una placita con diferentes comercios, abrí la puerta y ¡ahí había varios cajeros automáticos! , incluido de mi banco. 

Pide y se te concederá, piensa, desea y aparecerá, me dije maravillada. 

La que esto escribe, feliz con el paisaje. 
Con ese asunto resuelto, me dirigí a Toluca y luego a Calimaya, donde llegué con mi amiga Alicia, a quien no veía desde varios años. Fue una alegría compartir amistad, bonitos recuerdos, infaltable plástica de política nacional y local. En una casa hermosa y artística, comemos viandas invitadas por ella. Me entregó libros que estaban en la Librería de los escritores de Toluca y un termo que dejé en un mercado la última vez que fui. No quería que nos fuéramos, pero mi destino llamaba ya las 4pm salimos a Yautepec, Morelos. Ese fue el pueblo que elegí para llegar y quedarnos antes de Las Estacas, pues se veía en el google maps como cercano, que nos podría proveer de alojamiento y comida económica, antes de acercarnos a ese balneario que ya es reconocido por generaciones, cuyos alrededores Estaría lleno de hoteles y restaurantes con precio elevado por la cercanía turística. 

 Google Maps me trazó un camino atravesando mucho verde y sin casetas qué pagar, así que me lancé. Después de atravesar varios pueblos, Acambay lo recuerdo, entramos esa zona, que le denomina Lagos de Zempoala. Un policía local, estacionado al lado del camino, nos saludó y no nos detuvo. Él vigila quién entra, murmuré para mí, para ver si sale. 

Ese camino, solo y hermoso, era  un bosque con muchos cerros, atravesando una meseta amplia con algunas vacas y caballos pastando. Idílico. Se notaba con mucha altitud, con neblina y ocupada por pinos gigantes. A la orilla del camino, puestos cerrados con letreros que prometían mojarras, mariscos, tacos de carne, barbacoa.... Ah, pensé, la Laguna tiene peces, debe estar limpia.  

Desde la casa llevamos, como en cada viaje, un garrafón de 20 litros lleno de agua. Ahí fue donde recordé que no lo habíamos llenado y tenía sed. Emi, piensa en que tenemos que llenarlo, un lugar donde la vendan por unas monedas... Como también quería ir al baño, encontré una chocita abierta que vendía elotes ya un lado, "Baños limpios". Aparqué en el pastito el carro. La señora me señaló unos cuartitos de madera y subí las escaleras del cerro, hechas sobre la tierra, llenas de musgo. Me recibió una muchacha que me dio el paso. Cuando salí, le preguntó que si sabía dónde podía comprar agua. Me dijo que ellos tomaban agua de la llave. Ah, ¿es de manantial?, le dije. "Pues es del cerro", dijo la muchacha, "y no nos hace daño, es buena". Me trajo un vaso y de una llave de plástico adherida a un tubo ancho de plástico negro, sacó un potente chorro y me la dio a probar, llena de burbujas. ¡Deliciosa! Le dije que eran afortunadas por poder tomar agua de la llave todavía, y me remití a mi Hermosillo de hace 35 años, así era en nuestras casas. Era la primera ocasión desde entonces que lo veía. 

 Llenamos nuestro recipiente y me fui convenciendo. Piensa y aparecerá, pide y se realizará, concéntrate y lo encontrarás. 

Era demasiado hermoso para no tomar fotografías. Detuve el carro y tomé varias, después de ponernos los impermeables, pues la neblina mojaba el parabrisas. No vimos lagunas pero el paisaje era espectacular. 

Vista con neblina en Laguna de Zempoala, Edo. de México. 


Avanzado el camino emprendimos una bajada  espectacular, por Huitzilac. El paisaje pasó de bosque a selva, pasó por Cuernavaca y finalmente llegamos a Yautepec, entrada la tarde. Conseguí un cuarto barato a un lado del río que cruza varias veces el pueblo, del que sentía y alcanzaba a ver sus reflejos en la noche temprana. 

Emi encontró dónde cortarse el pelo, él tenía días diciéndome que se lo quería cortar... y entró a una peluquería que todavía no cerrraba; Yo pasé por él una vez localizado y apartado el cuarto, que estaba detrás de un gimnasio. Una vez instalados, fuimos caminando en un clima templado, por unos ricos tacos, también a un lado del mismo río. 

Así terminó nuestro primer día, lleno de deseos cumplidos, sincronicidades y paisajes. Pero faltaban muchos más. Se las plástico en la siguiente crónica. 

#lagunadezempoala

#sincronicidades

#Yautepec


* Los Amigos fue una organización cuáquera con fondos principalmente de EUA que emprendía campamentos multinacionales con jóvenes, que realizaban organización y trabajo social en diferentes comunidades del centro de México. Ya no existe como tal pero se quedó La Casa de Los Amigos, un lugar sede de diversas organizaciones cívicas y hostal internacional, ubicada en Ignacio Mariscal # 132, en la CDMX.