Concéntrate y tu realidad adquirirá una profundidad astronómica.
Recordamos en base a las emociones que nos generaron ese hecho, así es como se quedan en la memoria.
Por eso lo que más recuerdo de este último día, ya de regreso a casa, es el asalto.
La huella
Flores de Tepoztlán, Morelos. |
Cuando ya empacadas nuestras cosas salimos del hotel en Yautepec, encontré un recado de Alejandra, del Cofeellez, que quería comprarme un libro antes de que me fuera. Fuimos a su casa y le recomendé el "Enamorarme de mí", porque es chico y tiene poemas cortos y concisos, además de que fue mi primero. Lo compré, me dijo que debía quedar una huella de mi paso por su establecimiento, y se lo agradecí con el alma.
Alejandra del Cofeellez, con "Enamorarme de mí". |
Después de encontrar un vulcanizador que nos puso las llantas al tiro, fuimos en el angosto y precioso camino, lleno de maizales en esplendor, a Tepoztlán. Mas adelante desayunamos unos ricos chilaquiles y luego luego llegamos.
Nos vimos en un cafecito cerca del centro y emprendimos la platicada, con nuestros hijos al lado, durante dos horas, que hubieran podido ser más si no le cortamos, yo tenía un largo camino de regreso.
Tomé la carretera alternativa, sin casetas ni cuotas por favor, Googlemaps , que resultó un viejo camino que se llama, según algunos carteles que todavía quedaban en pie, "Carretera libre a Toluca". Angosta, cruzando pueblos y carreteras de cuota, entramos de lleno a la Laguna de Zempoala. Me di cuenta porque di de frente con una entrada que decía eso, "Laguna de Zempoala", Parque Nacional, en miércoles con su puerta abierta y un letrero grande con todas las precauciones relativas a no encender fuego, salirse del camino, no nadar en el lago, etc. Para la otra, me dije, me quedo y entro a conocerlo.
Pero seguí de frente en curvas frente al majestuoso bosque, pegada al cerro que tenía bastantes deslaves, producto de las últimas lluvias de verano, imaginé. Esos deslaves que a veces ocupaban un cacho del camino, también incluían troncos y raíces de árboles, pedazos de troncos y tierra anaranjada que se me antojó barrosa y muy fértil. Lo bueno era que no estaba tan desolada, un poco menos que el lunes.
El asalto
Seguí manejando y más adelante se detuvo el tráfico, vi que el camión que traía adelante prendió sus intermitentes y me detuve también. Avanzamos lento y vi las luces de una torre de policía, puede ser un accidente, le dije a Emi. Cuando pasó frente a la policía, que ya venía de regreso, le preguntó desde mi ventanilla que si qué había pasado, pues un camión de pasajeros verde estaba detenido en la carretera. Me dijo el policía que los acababan de asaltar. Le cuestioné que si estaban por aquí los asaltantes, que si se podía seguir por ese camino y me dijo "Fue en Santa Martha, no aquí", y "sí puede seguir sin problema". Avancé tantito y vi corriendo a lo que entendí era el chofer del autobús, rumbo a los policías, como que olvidó decirles algo. Era un señor bigotudo, panzón, con camisola blanca y pantalón de vestir.
Yo como soy muy confiada en las autoridades le seguí. Confié en que mi carro está viejito, en que me veo pobre y canosa, en que Emi está grandote, es hombre y no ando sola. Soy gallina vieja, pensé, no apetecible para los coyotes. Con esa confianza metafísica seguí manejando, presta a vivir la neblina, la montaña alta, el frío y... la falta de señal ni para hablar por teléfono.
Caí en la cuenta que se puede asaltar por ahí y ni quién lo supiera hasta salir de la zona cero para los celulares. ¡Qué "Todo México es Telcel" ni qué ocho cuartos! Pasé por una curva y avizoré rápido un Atos descolorido estacionado en una curva, con alguien adentro, como viendo quién pasaba y con qué carro. Como los halcones de Sonora, pensé, grabando una peligrosa travesía que hice por terracería entre Puerto Peñasco y Caborca.
Y cuando llegué a unas casitas, bajé al baño a comprarnos elotes recién cortados, cocidos para comer, me fijé en el Googlemaps: Santa Martha, que la acababa de pasar, precisamente sin señal de nada. Platiqué poquito con el señor de la tienda que tenía los baños, me pareció muy amable, así como las mujeres que me vendieron los elotes. Nos subimos rápido al carro ya darle pata, para salir de esa tierra de nadie, o más bien de gente especial que se aprovecha de los bienes y el trabajo de los demás.
Ya teníamos hambre. Pasé, en Tlacomulco, por un puesto de tacos que los ofrecía de moronga y otros ingredientes, una exquisitez de hierro y proteína que nadie hace. Nos bajamos y muy amables también los señores, que exprimieron sus guisos y quesos a punto de acabarse para hacernos una rica comida casera. Les platiqué lo del asalto y no preguntaron nada, ni siguieron el tema, más bien cambiaron de conversación. Eso me indicó que ellos sabían y no querían agregar nada.
"Son cosas que suceden y no salen en los periódicos", afirmé. Ellos solo asintieron y me ofrecieron agua de piña, riquísima.
Flores de Tlacomulco, a un lado de la carretera Libre a Toluca. |
Unos metros más adelante, el camino tenía unas preciosas flores rosas que me emocionaron. Cómo es posible que no tome fotos de las flores del camino, me dije. Detuve el carro en la carretera de dos vías, me bajé y usé mi cámara para lo que la traje. Vino un carrito viejo en el camino desde lejos y frente al mío se detuvo, por más señas que le hice de que me rodearan. El chofer se acercó y me preguntó que si me podía ayudar, le dije que estaba tomando fotos solamente, muchas gracias.
Ahora lo pienso y él debe haber sido uno de los cuatro arcángeles que me envió Luz Angélica con sus pensamientos hechiceros para ese día de camino. Gracias por aparecer, no me hiciste falta.
Seguí la huella del camino trazado hasta que di con una gran desviación de cuota que rodeaba Toluca, esa sí la tomé, no quería tiempo enredada en un tráfico pasar que me recuerda al de la Ciudad de México hace treinta años.
Los arcángeles
Ya estaba oscureciendo cuando emprendí el último tramo Atlacomulco-San Juan del Río, dejó el Googlemaps a un lado, esa parte ya me la sabía. Es un camino bello, pero peligroso, sobre todo pasando Acambay. No tiene iluminación y sí mucho tráfico de alta velocidad, aderezado por altos topes que solo dificultan el avance.
Ya para llegar a la 57, de noche, alcancé a sacar la vuelta a media llanta hundida en el carril de alta velocidad que apareció de la nada, y no pegarle al carro que andaba rebasando. Ese fue el arcángel de mis reflejos. Pensé en qué hubiera pasado si me dedico a ver el mapa en el celular y no la carretera. Volteé y por única vez, Emi no se había puesto el cinturón de seguridad. Con el espejo vi que la habían puesto para señalar un gran agujero en la carretera, aunque no sé qué sería peor, un agujero con el que brincas y golpeas la llanta, o una llanta que te atora y puede volcar.
Arribamos a la 57 y todo fue manejar rápido hasta San Juan del Río y despacio en la entrada a Querétaro, están arreglando tres de los cinco carriles.
Hogar dulce hogar, nos dijimos cuando nos saludaron el CabezadePollo y las tres pollitas que vimos crecidas.
Vi el mensaje de Luz Angélica: "te mandé cuatro arcángeles para que los cuiden en el camino". No sé cuáles fueron los otros dos, pero hubo peligros y llegamos sanos y salvos. Gracias.
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