martes, 4 de junio de 2019

El submarino Amarillo, de Manuel Santillana: leyenda y destino.


Escribir acerca del Mar de Cortés es, para mí, tocar las fibras más sensibles de mi ser. En él crecí, hacia él me dirigía en la menor oportunidad con mis padres, o más adulta, yo sola. El área de Bahía Kino y las playas circundantes eran el destino familiar de cada fin de semana.
¿Por qué? Mi papá, a diferencia mía, no creció con el mar. Nació en la sierra nacozarense, y de niño grandecito conoció el mar, que lo cautivó. Debido a su gusto por el buceo, las fogatas a la orilla del mar, el pescado fresco, nos llevaba cada fin de semana desde Hermosillo a variadas playas por la costa sonorense.
Mi abuela sueca, Inga o Mormor como le llamábamos todos, sí creció junto al mar, en Gävle, pueblito pegado al mar en su tierra. Cuando llegó a Sonora, le sedujo Kino y su soledad, más que Hermosillo y sus costumbres acartonadas y su falta de independencia viviendo con nosotros.
Mi papá y Mormor murieron viviendo en Kino. Sus hogares fueron mi refugio, mi consuelo, mi descanso durante muchos años, incluyendo mi vida adulta aún viviendo en Querétaro. Las cenizas de mi papá fueron vertidas en el mar de Kino, frente a su casa. Los restos de mi abuela reposan bajo una hermosa lápida de piedra, en el cementerio del mismo pueblo.
Por eso me es tan difícil hablar de la novela de Manolo, pues me vienen recuerdos y los pedazos de corazón que dejé allá, se entristecen cuando salen a la luz a 1800 km de distancia.
El submarino amarillo* crea o recrea una leyenda que se resiste a abandonar el fondo. Durante la segunda guerra mundial, un escuadrón de submarinos japoneses arribó a varios puntos de las playas continentales frente al golfo californiano, dejó militares o samurái japonenses altamente entrenados, con el fin de servir de vigías y guiar a las tropas para invadir los EUA desde mares y tierras mexicanas.
Uno de los militares se enamora de una mujer mestiza sonora-sinaloense y termina por quedarse cerca de un pueblo, estando éste tan aislado que ignora que la guerra terminó y que perdieron.
La historia política de este intento bélico se entrecruza con la personal; ambas son tocadas con una prosa florida, marítima y filosófica, plena de variados sentidos, cuyo narrador omnisciente se pasea por los pasados y futuros de cada personaje, de los ancestros y descendientes de los mismos.
Para Santillana, la realidad está llena de augurios que son detectados o no por sus personajes, aunque muchas veces intuidos. Las señales inadvertidas se convierten en señales que sólo en el futuro se reconocerían su valor. Los gustos, costumbres y prácticas cotidianas encuentran su ciclo en vidas vividas siempre cumpliendo su razón de ser. No existe el caos, ni la suerte o la casualidad, sino siempre la causalidad dictada por una escondida Divina Providencia a la que denomina Destino. Kundera con su absoluta negación de la predestinación le es totalmente ajeno, por supuesto.
La tesis de la novela incluye una descripción de los signos aparecidos a lo largo de diversos encuentros y pláticas que tuvo el autor con personajes nipones o sus descendientes, con pescadores a lo largo de la costa sonorense del golfo, con personajes emigrados de la tierra del sol naciente que se asentaron en ese estado, cuyas historias o motivos para quedarse son tan variadas como cada ser humano.
El conocimiento del erotismo humano también se evidencia en este texto, incluyendo el femenino, aunque no tan profundamente como el masculino. Esa parte tan importante y negada de nuestra humanidad es forma y fondo de la narración, clave de la historia central. No es gratuito que el primer capítulo sea  una falocéntrica sesión de caricias entre los personajes principales.
Palabras y descripciones claves de la historia me hicieron creer que la historia terminaba a la mitad del libro, con la separación de los amantes-amancebos y que la otra mitad era una serie de rellenos para engordar la obra. Sin embargo, todos los capítulos tuvieron su razón de ser y comprendí que sólo sería cuestión de una relectura para entender en qué frases  se fundó mi sensación de término anticipado y cómo fue que llegué a esa conclusión.
Pero el tema del Golfo de California es sensible y doloroso para mí, y a pesar de su gran riqueza temática y los variados niveles de lectura, la novela no la pude volver a abordar.
Sólo felicito a Manuel por este esfuerzo y le pido que aborde con sana distancia y alta autoestima mis apuntes, que son de una simple lectora que gusta de comentar personal y ligeramente sus impresiones y emociones de los libros que la conmueven, para bien o para mal. 

*Santillana, Manuel. El Submarino amarillo. Ed. Garabatos. Universidad de Sonora. México 2019. 


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