lunes, 25 de junio de 2018

AMLO en Querétaro: un pie en la historia.



Estaba tranquilamente viendo el face el domingo buscando qué cosa hacer con la tarde, cuando de repente vi el anuncio en un muro de un cierre de campaña de Adolfo Ríos, el candidato de Morena a la alcaldía queretana. Iba a ser ese mismo día, 12:45pm decía y ya eran la una y media. Al ver la foto de AMLO al otro lado del afiche me pareció que también se presentaría, pero lo descarté  pues siempre ponen la foto del candidato presidencial en la propaganda de los candidatos de la coalición de Juntos haremos historia. Pero decidí ir, por lo menos vería el cierre de campaña de los candidatos locales.

Me vestí, puse tenis, agarré el cabello, me puse mi sombrero de lona claro y me llevé el bronceador para el camino. El carro no tenía gasolina, así que le puse en la más cercana estación de bombeo. Me pregunté qué pasará con el precio de la gasolina una vez que –esperemos—gane AMLO. Ha tenido la prudencia de no mencionar nada al respecto, lo está evaluando, pues gasolina más barata aumentaría el tráfico y la contaminación, es un asunto complicado.
Me fui al centro en el carro, entrando por la parte oeste, lateralmente, imaginé que entrando directo al jardín Guerrero no habría lugar. Me tardé en hallarlo allá por Nicolás Campa, por donde estaba la guardería de mi hijo y la casa de mi maestra de taller levreriano.
Algo me dijo que cerca de las dos no era tarde para llegar, cuando al enfilarme a caminar las cinco largas cuadras que me separaban del jardín, había gente también caminando en la misma dirección, a pie, con poco tráfico. Cruzamos un Ezequiel  Montes semivacío y seguimos con paso cada vez más apurado por una calle céntrica sin coches, ya eran más las personas que iban conmigo, incluyendo gente de la tercera edad.
Supe que sí vendría AMLO cuando vi gente apiñada alrededor de una larga valla humana, música norteña en vivo y una voz joven y fuerte gritando “presidente, presidente” y “es un honor, estar con Obrador”. Me emocioné como cuando hace doce años lo vi caminar hacia el templete en el Zócalo capitalino, siempre rodeado de gente que lo quería ver, abrazar, besar, tocar como a un santo de la política. Como hace seis años también en el Zócalo lo vi subir apesumbrado a decir que no, no se haría nada contra el fraude, que la mafia del poder, que la resistencia pacífica… Esa vez lloré de rabia, de impotencia, de desesperación y de tristeza.
Esta ocasión a todos los ahí presentes estábamos llenos de alegría, de esperanza. En eso vimos correr a gente en medio, enrolladas su banderas. El rumor de gritos se extendió. ¡Viene en el coche! Abrimos más la valla y ahí, aglomeración enfrente, bajó de la camioneta y trató de caminar hacia el jardín. Todo mundo lo quería saludar, celular en mano. Yo me retraje y me paré de puntitas, alcancé a ver una cabeza de cabellos blancos que caminaba con el paso abierto por fortachones voluntarios.
Con la marea empujándome, caminé hacia la bendición de la sombra de los ficcus del jardín, volteé hacia donde la  masa humana empujaba y ví unas manos inusuales que se alzaban, supe que eran las de él, pues era el centro del jaloneo. Morenas, alargadas pero no mucho, un poco anchas y de uñas claras, en contraste con su oscura piel. Llegar a su templete debía ser el trabajo más agotador de esta campaña lopezobradorista. Recordé que, en campaña, Echeverría  se aventaba diez mítines en un día, sus organizadores sólo podían seguirlo usando drogas para aguantar  –según me platicaron cuando reporteaba en Sonora .
No creo que AMLO o sus seguidores usen drogas, pero entiendo que quienes lo guían, encaminan, aseguran y conducen a atiborrados  templetes se van turnando, como un ejército de abejas alimentando a la reina, en este caso un líder carismático, directo, honesto, franco y seguro de sí mismo.
Me instalé atrás entre las sillas que habían colocado en el jardín, entre las fuentes de piedra, sobre las preciosas baldosas de cantera. Ya casi nadie las usaba, uno que otro para subirse y ver mejor.  La parte trasera del templete daba a la fachada del primer edificio administrativo municipal.
Subió con los gritos nuestros de ¡ es un honor estar con Obrador! y ¡Presidente!, medio desganados porque queríamos oírlo hablar. Y después de presentar a muchos candidatos locales, habló.
¡Ya saben que no hablo de corrido!, se excusó al decir que no diría mucho –se extendió una hora que se nos hicieron nada—y todos reímos, comprensivos .  Explicó lo que haría cuando sea presidente :
Si quieres ver el video, acude ami canal de Youtube (a la derecha).
una serie de medidas para proteger el mercado interno, apoyar la economía mexicana, con subsidios a los sectores más desfavorecidos –hará especial énfasis a los jóvenes de escasos recursos, el sector más desfavorecido y numeroso del país--. Recordé mis clases de economía política y los consejos de la CEPAL (Centro de Estudios para América Latina) para nuestros países en vías de desarrollo. Consejos que siguieron al pie de la letra pero exactamente al contrario los creadores del “Liberalismo social” (distraz de neoliberalismo) de Salinas  y de ahí cuenta hacia acá, desde 1988.
Por eso cero privatizaciones, menor énfasis en la economía orientada hacia el exterior –que la verdad ha hecho ricos a unos cuantos- y más hacia la producción interna. “Las camisas, los zapatos, el maíz, el frijol, la leche deben ser surtidos por nosotros”.
Y si le agregas la pérdida inmensa económica derivada de la corrupción política –dice que el 10 por ciento del PIB nacional es agandallado por políticos y empresarios asociados – te das una idea de porqué siendo tan ricos en humanidad hábil e inteligente, en recursos naturales, en empresas… no hemos crecido--. Lo que ha crecido, lo dijo también, es la riqueza de unos cuantos, la inseguridad, la pobreza, los grupos delictivos, la migración a USA principalmente.
Un razonamiento lógico, puesto en palabras simples, que ha hecho parte vital de su discurso desde 2006, ahora mucho más elaborado pero al fin y al cabo el mismo. Han hecho falta 12 años para convencer a la mayoría de los mexicanos que es el cambio que nos hace falta. Eso a pesar de las campañas negras que aparecen todos los días en los medios de comunicación tradicionales y digitales en su contra.
Y en la educación se extendió, también la ”mal llamada” reforma educativa “va pa atrás”. Mejoras a la educación pública (que debe ser gratuita) con la opción de la educación privada para quienes la puedan pagar. Por eso los maestros lo apoyan, pues tiene toda la razón.
Si gana, será un giro histórico al neoliberalismo, con toques éticos, que quizá no culmine en seis años, pero que se sentarán las bases.
Culminó su explicación amplia y concisa, prometió regresar cada seis meses a Querétaro a verificar los esfuerzos del gobierno federal (me pregunté por qué no hacía eso el presidente en turno, sólo han venido a lucirse en el Teatro de la República juarista y constitucionalista cada 5 de febrero, con toda la parafernalia militar que paraliza el centro durante un día). Pidió votar por todos los candidatos de la coalición, los presentó a todos –papelito en mano—y luego se fue.
Tenía un mitin similar en León y luego en Guadalajara. Para él y su equipo de hormigas obreras partidistas el día era largo todavía. Antes de irme, me anoté a cuidar casillas en donde haga falta con un grupo de luchones y hábiles muchachos vestidos del guinda de Morena.
Yo me retiré junto con muchos para la calle por donde entré, rumbo a Ezequiel Montes, luego la 57 finalmente mi carro en Nicolás Campa. Mucha gente del campo venía también, sus camiones los esperaban quizá hasta Tecnológico. No eran acarreados, solo llevaban banderas y mucha alegría, expectativas, esperanza, ideas de todo tipo porque vimos perfilarse otro tipo de gobierno.
A una semana de las elecciones, espero por la vida de mi gente, de mi país y de mis hijos que no hagan fraude, que ahora sí  le respeten la victoria.
Nos la merecemos.