viernes, 24 de noviembre de 2017

Confesiones de una fan del Exatlón… y una disección política

Tomada del sitio oficial Exatlón México.


Pues sí, he caído en las redes de este thriller deportivo casi en vivo de TVAzteca. Como miles, o mejor dicho, millones de mexicanos. Me tiene pegada a la tv abierta de lunes a jueves, de 8 a 10pm (a veces antes si hay partido de futbol) y los sábados, con el mismo horario. Aunque ya descubrí que una hora después de emitido, lo suben al Youtube sin comerciales, que a veces ocupan fastidiosos 10 o 15 minutos varias veces en una hora.
Me gustan sus competencias, ver los cuerpos jóvenes y atléticos en acción y la piel, mucha piel. Me gusta verlos sufrir por un plato de nachos, por una cama y/o por un paseo en bote. Me duele cuando se lastiman, pero quiero ver detalles y si, a veces me los dan. Quisiera ver enamoramientos, más pleitos y que expulsen a varios más que me caen mal.
Desde que lo empecé a ver, le fui al equipo azul (Contendientes), y eso que no tenían su casi imbatible racha ganadora. Me encantaron su juventud, su espíritu de equipo, su inocencia en muchos sentidos. Y me gustó mucho que después se integrara con ellos, Eduardo, campeón paraolímpico en judo: es débil visual y guapísimo, además. Del equipo rojo (Famosos) me caen gordas las personalidades y los atletas creídos. Cuando expulsaron a Shira, la boxeadora, entendí que no encajaba con ellos, a pesar de ser un miembro valioso físicamente hablando, pero era morena, seria. Se quedaron las participantes nice, aunque a la hora de las competencias no dieran una.
Todos los jueves, a la hora de votar por la expulsión de alguna/o he querido hacerlo, pero el mensaje tiene un costo de 15 pesos y yo estoy en un sistema de mensajes y llamadas gratuitas ilimitadas, así que quizá me he librado de llamadas y mensajes inoportunos y propagandísticos posteriores, es lo más seguro. Pero sí he querido participar, como imagino que muchos mexicanos lo hacen.
Con este programa valoro mi comida, mi estufa, mi cama e incluso mi clima. Envidio estar integrada con otros adultos atractivos, vivir día y noche con ellos, sin tener que ir a trabajar, atender a mi hijo, pagar gasolina, multas, esperar el camión y lavar ropa. Claro que quisiera pasármela a un lado del mar, en traje de baño o en pants y soñar con los angelitos al lado de mi amiga/o favorito. Si me lastimara, no tendría que ir a hacer fila de horas en el IMSS o pagar médico particular, acudirían inmediatamente un ejército de paramédicos solícitos, en una camilla me llevaría la ambulancia al mejor hospital de la región. Por eso entiendo a quienes sueñan viéndolo, como yo.
El programa ha tenido tanto éxito que han abierto un programa para “chismear” del Exatlón, a media tarde. Los reporteros se lanzan a la calle y entrevistan a cualquiera: mucha gente sabe todo del Exatlón, más que el número de candidatos independientes o el vergonzoso caso de Obedrecht en México, estoy segura.
Pero, ¿qué mensajes encierra este programa? Hasta hoy empecé a integrar mi formación política con el show. Para empezar, los colores: Rojo para los Famosos, que son gente con experiencia, conocidos y “triunfadores” en la vida real. Azul para Contendientes, que son quienes supuestamente “aspiran” a ocupar el lugar de los Famosos, cosa que hicieron por tres semanas consecutivas.
Para mí, el Rojo significa al partido en el poder, el PRI,  y Azul a quienes aspiran a ocuparlo, que pudieran ser principalmente del PAN y/o PRD. Los “juegos” duran pocos minutos, en donde se enfrentan de dos en dos, así como en las elecciones se enfrentan casi siempre dos candidatos (salvo importantes excepciones) importantes por los puestos populares. Jugadores del tercer equipo, que pudiera representar a Morena, no existen.
La isla es el proceso electoral. Lejos de la población votante, pero con todas las cámaras puestas en ellos. Son obligados a exhibir(se) sus capacidades físicas y a mostrarse sin tapujos en sus emociones. Los candidatos electorales también, en menor medida físicamente, aunque las campañas maratónicas son también pruebas de resistencia física.Son seres escogidos, brillantes y humanos, pero no pertenecen al común de los mexicanos y, con los cuantiosos recursos de que dispondrán en el proceso electoral, claro que no vivirán como el resto de nosotros.
El programa muestra, a veces, a meseros y camilleros, sirvientes de los participantes, muchos de piel oscura. Son una muestra del resto de la población, que sólo aparece en cámara para darles exquisitos manjares y cuidarlos cuando se lastiman.
El colmo de la analogía lo capté antier, cuando un Famoso acusó a un Contendiente de trampa, de fraude. El Contendiente (el líder  ¡y venezolano! Nano) se enojó muchísimo y regresó la acusación con más insultos. Lo repitieron muchísimas veces en los cortos. Pero no pasó de ahí, aunque el “error” de Nano fue penalizado, los perdedores Rojos han persistido en acusar a los Azules de tramposos, de fraudulentos. Y nadie hace nada. Los Azules han aprendido a pasarlos por alto, están dolidos, dicen, porque no han ganado casi.
¿Qué le están enseñando al pueblo mexicano?
Que si hay acusaciones de fraude (que de seguro las habrá el año entrante) son porque están dolidos, porque perdieron.
Que vale la pena perder la salud, la libertad y la familia, por una gloria infame: pero eso lo hacen solo los Escogidos.
Que sólo los Escogidos pueden tener este tipo de experiencias. Si tienen muchas comodidades (como el 5% más rico de este país) es porque han sufrido mucho para tenerlas.
Que el voto popular cuenta, en forma de los mensajes que se mandan los jueves en la noche (aunque lo dudo mucho) y que hay que confiar en los resultados que anuncien los organizadores, sin cuestionarlos jamás.
Que más valen dos horas de ensueño que salir de casa y luchar por cambiar al país. Que solo necesitamos ir a votar por nuestros gallos (o gallinas) favoritos y regresar a casa, confiando en los resultados y pensando que quienes protestan son perdedores y locos.
 Que no es tan malo ser ignorante: ellos, los privilegiados y sufridos, tampoco saben mucho. Se demuestra en las parodias del gran premio de los 64 mil pesos (ufff de hace más de cuarenta años). De todos modos, alguien gana comida y todos se ríen de su propia ignorancia.  
La audiencia ha de suspirar aliviada: ellos son ignorantes y de todos modos se llevan un ansiado bocado. Más vale ser luchón y aguantador, y no crítico y sabihondo.
Así es como nos están educando para la vida en el México actual y para las elecciones TAN importantes del año entrante.
¿O ustedes qué creían?¿Que es un juego inocente?







TIERRA MINADA, de Anna Georgina St.Clair: la pasión y el legado.




Por Luz Angélica Colín.

Texto leído en viva voz por mi gran amiga Luz Angélica Colín: escritora, poeta, locutora, titiritera y actriz queretana. 
Presentación de Tierra minada en Santiago de Querétaro. Galería Libertad. 17 de noviembre del 2017.
Gonzalo Celorio, el gran editor, ensayista, narrador y crítico literario mexicano, escribió:
“Amo los libros, su peso, su gravitación, su compañía, amo las encuadernaciones españolas y las holandesas, los tejuelos de los lomos venerables, las guardas florentinas que recogen el color de las maderas, amo la nomenclatura editorial de versales y versalitas, medianiles, cajas y puntajes, amo los exlibris, los cantos dorados de las biblias, los colofones, la honestidad ruborizada de una fe de erras, amo mis libros los de camisa almidonada y los más modestos, que me han acompañado a lo largo de mi vida, los que han sufrido en sus páginas la cristalización amarillenta del tiempo y los que todavía huelen a tinta, el santo olor de la tipografía, los intensos que aún conservan su virginidad y los subrayados por mi devoción, los que se meten sin permiso en las palabras que escribo, los que al cabo de tantas lecturas parecen desintegrarse como pastillas de jabón, los que encuentro sin necesidad de buscarlos porque he acudido a ellos tantas veces como a mis recuerdos más antiguos, los guardo, los cuido, los clasifico, los ordeno, los subrayo, los anoto, los acaricio, los celo, no los presto, pero los comparto ¡vaya que los comparto! A compartir mis libros he dedicado mi vida, como escritor que habla acaso más de lo que lee, que lo que escribe, como maestro que no ha hecho otra cosa que contagiar el entusiasmo por la literatura, como editor ocasional que ha tenido el privilegio de convertir un manuscrito en un libro vivo y circulante como la sangre, cómo no compartir los libros si son ellos los que me han echado a ganar la vida”.
Luz Angélica Colín y Anna Georgina St.Clair, en una entrevista en Radio Querétaro.
Elegí este fragmento, porque veo a Anna Georgina St.Clair así. La imagino sobre su computadora con el santo olor a tipografía rodeándola, con la pintura fresca de sus pastas madurando a la sombra del sol, ideando y permitiendo que sus dedos traduzcan las sensaciones que el tema de su nueva novela trae; son marmoleados como los minerales que dejan entrever las vetas de una mina, luego, dejándose mecer por el olor del café que desde su cercana cocina rústica llega hasta donde se encuentra trabajando. Como escritora, su trabajo es concienzudo, arduo, metódico, sistemático: casi una novela por año, y quienes escribimos sabemos que eso implica mucho trabajo frente al teclado, mucho café, muchas fumarolas y muchos postits en el cronograma para dibujas a los personajes, sus acciones, sus postulados, su esgrima existencial, en fin jugar un poco a ser dioses creando universos.
Durante la presentación de Tierra Minada
.
Ella y yo hemos tejido nuestra amistad con granos de café aromático mientras me cuenta que estuvo pintando portadas para sus libros, mientras me dice que se asesora mediante programas y aplicaciones computacionales que la hacen crecer metodológicamente. Anna Georgina no para, nada la detiene. Ni sus gallinas ponedoras ni su gallo-perro, defensor de de territorios que ahuyenta a los tlacuaches y a los gatos, se las ingenia para dejar todo y salir con su coche rojo pasión como ella, hacia la carretera rumbo a Kino para hacer la investigación que sustente su nueva novela, Tierra Minada. Esta vez permanece varios meses, no los que tenía planeados, pero la situación en Sonora la hace regresar antes de lo previsto. Es de noche, y la noche parece más oscura cuando se viaja solo en coche miles de kilómetros: Hermosillo, Navojoa, Los Mochis, Rosales, Tepic, Jalisco, León, finalmente Querétaro. Llegar con la noche a vaciar la oscuridad percibida, los miedos ocultos, las tensiones contenidas, el daño a la tierra, el disfraz gubernamental y las sobadas arengas políticas. Sacar del corazón de la tierra en furgones de tinta angustias, insomnios, injusticias, drama humano que poco o nada conmueve a la autoridad. Producir una segunda versión de una novela terminada que no termina de cuajar, por rigor, por disciplina, por pasión. Otra vez esa palabra que la define en buena parte: pasión. Las negritas, cursivas y versales van enredándose cuenta por cuenta en un hilo bien tejido, la historia finalmente se revela y se aclara una estructura para narrar una pasión, una historia, la de Catalina MacGreggor, escrita sin embages ni tapujos moralinos, con sexualidad explícita y expresa, un personaje que la convoca como periodista cuyo legado no niega en su escritura. Se revela también la historia de su niñez, la historia de sus ancestros, el legado de quien vivió el amor por las minas. Ella creo que no lo sabe, yo soy nieta de un lapidario, de un hombre que invocó a los dioses en las entrañas de la tierra a lo largo de siete minas de ópalo. Nada es casualidad, quizá las entrañas de la tierra saben cómo tejer sus artilugios y en revesar los encuentros. Georgina como yo, deploramos también el daño salvaje y atroz que se hace a la tierra. Eso nos une, nos hace estar aquí, invocando otra pasión quizá tan fuerte como la raíz de la que se emerge en cada familia, la pasión por las letras y la literatura.
En esta, su más reciente novela, en la contraportada puede leerse:
“Esta es la historia de una huelga que termina extrañamente bien. Acontece en Nacozari, pueblo minero sonorense. Cata, reportera del Verídico, visita el lugar durante el evento y encuentra que la actividad cuprífera desencadena peligros que van más allá de un bajo incremento salarial. La contaminación, el uso indiscriminado del agua y la organización popular llegan hasta Hermosillo, en donde actividades estatales y federales se ven forzadas a tomar decisiones cruciales. Al mismo tiempo, ella se enfrenta a sus debilidades al ceder a las insinuaciones amorosas de un colega director de una pequeña gaceta fronteriza. Tierra minada es la tercera novela corta en donde la protagonista es Catalina McGreggor, reportera de un pequeño periódico independiente en los años ochenta del siglo XX, en el estado norteño de Sonora, México.
En la página 95 puede leerse como parte de su historia:
“Viví en Querétaro durante 28 años, tengo dos meses radicando en Bahía de Kino, Sonora. Nací en 1962, me crié en Hermosillo, de padre mexicano y madre y abuela suecas. He sido reportera, organizadora política, representante electoral. Estudié música, física, pintura, letras hispánicas, ciencias políticas y pedagogía.
Soy internauta y lectora ávida de novelas, cuentos y poesía. Ardua viajera por la Repúbica, me plazco en fotografiar y publicar mis hallazgos naturales y paisajísticos en las redes sociales. Junto con la promoción de mis libros, he dado cursos de encuadernación manual”.
Es un placer escuchar de viva voz a Georgina hablándonos de esta intensa novela: Tierra Minada.