viernes, 23 de septiembre de 2016

El encierro y la rebeldía. “Alguien voló del nido del cuco”, de Ken Kesey (1962).



"Los has engañado, Jefe. Los has engañado a todos".

Inicié su lectura por recomendación de un curso de ficción online, esperando encontrar un relato acerca de un grupo de enfermos siquiátricos que viven en un manicomio. Y sí lo encontré, pero hubo mucho más que me dejó con un buen sabor de boca.  El narrador, el Jefe, esboza su realidad vista a través del tamiz de su propios problemas, una realidad en donde ve arribar al centro, decidido a romper el aburrido orden,  a un presidiario que ha fingido demencia para escapar de los trabajos forzados. Este extrapolado pone de cabeza a la institución, cuestionando las reglas y animando a sus compañeros a ser proactivos en su bienestar y a enfrentar las rígidas reglas del hospital.
Así, presencié cómo la comedia de la vida moderna se desarrollaba en su más exagerada versión. Cómo la manipulación de las inseguridades y los miedos convergían en la necesidad de las autoridades de “alinear” a una conducta “adecuada y correcta” a los internos.  Ello incluía el uso casi indiscriminado de medicamentos que supuestamente les ayudarían a todo para lo que denotaban incapacidad: dormir, autocontrolar sus emociones más arrolladoras, establecer relaciones armónicas con los demás, seguir horarios, etcétera.
El Jefe (de alguna semiextinta tribu indígena del norte del continente americano)  que es testigo sordomudo por decisión propia y no por atributo físico, retrata en primera persona a esta sociedad hiperindustrializada y moderna que, a cambio de total sumisión y casi perfecta conducta, nos entregaría como premio supuestamente la seguridad, el confort y la satisfacción de nuestros más caros anhelos. Pero ¡oh decepción!, el sistema nos trae como burros tras la zanahoria, corre que tienes qué llegar a tiempo, compórtate y te querrán tus cercanos, obedece y no serás encarcelado, alíneate en esas casas de cartón que simulan concreto para que sigas un horario y nos regales tu vida a cambio de unos pesos que te ayudarán a seguir sobreviviendo.
Y todos lo que no se ajustan a estas normas, deberán ser castigados y puestos a confinamiento en cárceles o manicomios, pues supuestamente representan un peligro para la sociedad.
De ahí que todavía se confina a la cárcel a activistas sociales, políticos o ecológicos, junto con asesinos y depravados sexuales, pues en ambos casos su presencia destruye el orden y el tejido social convenientes para una perfectamente organizada sociedad industrial, claro, desde la óptica de los dueños del poder económico y político.
Pero ¿qué sucede cuando ni siquiera ese tejido social existe? Hablemos de nuestra sociedad mexicana actual, en donde la conveniente actitud y capacitación para el trabajo de la población económicamente activa, no garantiza  la sobrevivencia personal y menos familiar. Hablamos de una crisis de las estructuras y andamiaje social y económico que caracterizaron al México del siglo XX. Ante la gran necesidad económica, muchos se ven obligados a delinquir, siendo sólo los más capaces, los mejor organizados, los más violentos (en el caso de estar fuera de la ley) quienes logran los mejores frutos;  o los más corruptos y hábiles para robar sin ser detectados, en el caso de empresarios y políticos.
Es como si de repente desapareciera el manicomio, las enfermeras y los medicamentos. Como si no existiera un lugar más allá de las rejas contra el cual pelear, como si no hubiese castigo para las conductas que atentan contra la vida de los demás y como si ni siquiera existiese una sociedad rígida (en el caso de la novela, personificada por la Gran Enfermera) qué cuestionar.
El Jefe, nos relata la novela, ha pasado por épocas terribles en su vida, desde pelear en el frente en la guerra, hasta trabajar en plataformas petroleras, pero lo más terrible de su situación es la sensación de no pertenencia, es la pérdida de su hábitat natural que a su grupo originario y familiar les arrebataron por unos cuantos dólares. Es el haber sido arrancado de su tierra y cultura propias del que eran dueños por generaciones, y trasplantados a la tierra de todos y de nadie que es la gran ciudad.
Pero el grupo de los internos menos afectados, denominado los Agudos, se integra a la rebeldía y amor por la vida de McMurphy, el expresidiario. El Jefe poco a poco regresa de sus ensoñaciones con las que revivía su dolor y, como los demás, toma fuerzas para tomar en sus manos su futuro, despojándoselo al sistema, Tinglado como él lo denomina.
Escena de "Atrapado sin salida" (1975).
Leí con gusto, enojo, risa y tristeza la novela. Me llevó de la mano por todos esas emociones. De repente me pareció repetitiva y lenta, sobre todo a la mitad, pero tuve paciencia y nuevamente me sorprendieron muchos acontecimientos que me tuvieron muy aferrada.
Busqué en internet y no tardé en encontrar la película online, con Jack Nickolson como protagonista, realizada en 1975 y dirigida por Milos Forman. En español la titularon “Atrapados sin salida”.  Me gustó la adaptación, aunque la riqueza de la visión del Jefe no la retomaron y solo se enfocaron en el revuelo que la estancia de MacMurphy levantó en el psiquiátrico. Creo que la cinta se ganó a pulso los cinco Óscares: Óscar a la mejor película, Óscar al mejor director (Miloš Forman), Óscar al mejor actor (Jack Nicholson), Óscar a la mejor actriz (Louise Fletcher) , y el Óscar al mejor guión adaptado.
Si la quieres leer,  el vínculo es éste y la puedes descargar directamente. Asimismo, este es para la película.