El Gringo era
buena persona. Le compartió su malestar, sus cosas buenas, lo hermoso de vivir
en Kino. A Gildardo, que no sabía de
otra cosa más que de batos y trancazos y mota y bandas, le cayó bien la forma
de ser del Gringo porque los dos eran, en el fondo, buenas personas.
¿Cómo
congeniaron? Quizá porque comían juntos, se reían de cosas simples, por ser más
alivianados que los demás. Quizá como era la primera vez de los dos pudo más
que la barrera de la edad: Gildardo, veintiún años, el Gringo, más de cincuenta.
Se platicaron
sus historias: al joven, por ratero, le gustó una chamarra de piel en la tienda
Mazón del centro de Hermosillo. Había robado otras veces, pero esa vez sí lo
cacharon. Al principio el Gringo no quiso decir nada, le inundaba la vergüenza,
el qué dirán. Solo dijo que por culpa de su mujer".
La tormenta, edición cartonera. Querétaro 2015. Contáctame si deseas adquirirla.
© Derechos reservados del texto y fotografías para Anna Georgina St.Clair Ejerhed.
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