"Llegaron. Una manifestación de precaristas con carteles hechos en cartulinas tamaño escolar alegaban justicia y atención a sus denuncias; “lic. vallesteros corupto”, decía uno, “Regularisasión para la colonia”, decía otro portado por una señora de amplias caderas, tapada la cabeza con un sombrero de paja, cargado el otro brazo con un bebé moreno con mocos cristalizados en los cachetes.
Cata buscó al líder que los encabezaba. Luis Cruces era un muchacho de piel roja con cabello largo desgreñado, con mezclilla y zapatos de montaña. Era el que más gritaba y animaba al penoso grupo de cincuenta personas a gritar “no más ratas”, “lotes para todos”, “el pueblo unido, jamás será vencido”… La colonia Emiliano Zapata, de reciente invasión, hacía presente sus reclamos frente al municipio. Demandaban al Jurídico del Ayuntamiento que los apoyara en sus reclamos contra los abogados que les habían ofrecido dinero para que se salieran de la invasión, además de amenazarlos con sacarlos por la fuerza implementando la consabida ley de propiedad privada que castigaba con cárcel a quienes organizaran o participaran en ocupaciones de tierras. Claro que, como siempre, la ley se aplicaba a los enemigos del gobierno, a los que se portaran “mal”. A los amigos del gobierno, se les daba manga ancha.
Cata escribió los datos en la libreta. Volteó a buscar al fotógrafo a ver si estaba y no lo vio. Anotó todo lo que pudo y se metió a la oficina del Ayuntamiento a la rueda de prensa, era la hora".
Muerte en la Victoria (Frío legal). Querétaro 2015.
sábado, 17 de enero de 2015
martes, 13 de enero de 2015
"La tormenta", en edición cartonera, otra de mis novelas cortas.
El Gringo era
buena persona. Le compartió su malestar, sus cosas buenas, lo hermoso de vivir
en Kino. A Gildardo, que no sabía de
otra cosa más que de batos y trancazos y mota y bandas, le cayó bien la forma
de ser del Gringo porque los dos eran, en el fondo, buenas personas.
¿Cómo
congeniaron? Quizá porque comían juntos, se reían de cosas simples, por ser más
alivianados que los demás. Quizá como era la primera vez de los dos pudo más
que la barrera de la edad: Gildardo, veintiún años, el Gringo, más de cincuenta.
Se platicaron
sus historias: al joven, por ratero, le gustó una chamarra de piel en la tienda
Mazón del centro de Hermosillo. Había robado otras veces, pero esa vez sí lo
cacharon. Al principio el Gringo no quiso decir nada, le inundaba la vergüenza,
el qué dirán. Solo dijo que por culpa de su mujer".
La tormenta, edición cartonera. Querétaro 2015. Contáctame si deseas adquirirla.
© Derechos reservados del texto y fotografías para Anna Georgina St.Clair Ejerhed.
La tormenta, edición cartonera. Querétaro 2015. Contáctame si deseas adquirirla.
© Derechos reservados del texto y fotografías para Anna Georgina St.Clair Ejerhed.
lunes, 12 de enero de 2015
"Tacones en el jardín", una de mis tres nuevas novelas cortas, en edición cartonera.
"Entró a la oficina. La recibió un ajetreo de teclazos de máquinas de escribir y aire mezclado con humo de cigarros. Pasó por los cristales donde estaba Margarita, la administradora, quien la saludó con aire preocupado y ausente desde su diminuta figura y pecosa cara, ojos vivarachos y manos delgadas llenas de papeles. Entró a la sala de redacción y se sentó frente a una máquina desocupada. Era importante llegar temprano porque si no, no podría escribir.
En su pequeño apartado, ante una Remington (su favorita) de teclas suaves y cinta nueva, Catalina hojeó la libreta de taquigrafía. Traía cinco notas, dos podían ser de primera plana. Sacó un pliego de papel periódico reciclado y lo metió en el rodillo. Su mirada se dirigió a su pantalón de mezclilla. Ya le hacía falta una lavada".
Primeros párrafos de la novela que presentaré próximamente en varias ciudades. Contáctame si deseas adquirirla.
Tacones en el jardín. Edición cartonera. 2014. Querétaro, México.
© Derechos reservados del texto y fotografías para Anna Georgina St.Clair Ejerhed.
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