martes, 29 de julio de 2014

Mi nueva novela corta: "La tormenta", disponible como ebook en Amazon.com

Les presento mi primera novela corta. Transcurre entre Hermosillo y Bahía Kino, en el norte de México. Es una historia de amor y venganza, con presunto asesino incluido. Por el momento, solo estará disponible en Amazon.com como ebook, pues está en un concurso de autores independientes. Ojalá la visites y la compres, pues parte de los criterios de selección está en el número de visitas y de ventas.
En dos meses sabré si fui seleccionada o no, entonces haré como libro-objeto,  igual que los otros dos libros de mi autoría, o si cederé los derechos de autor. De cualquier modo, estoy orgullosa de mi publicación y quiero compartirla con ustedes. Haz click aquí para visitarla en Amazon.com



sábado, 5 de julio de 2014

Una caminata eufórica.

Estoy increíblemente animada por mi creciente capacidad para ¡caminar! Pero... no es cualquier caminata. En las mañanas, después de tomarme un tentempié matutino, amarro a la Venus y me salgo.
Hoy es sábado, por lo tanto puedo llegar más lejos y no llegar a la parada del camión, que es donde dejo a Emi entre semana.
Me voy cuesta arriba y el paso, aunque a veces se alenta después de enfrentar una subida medio empinada, lo conservo constante. Hoy llevé mi cámara con rollos, así que las flores de estación me atraen igual que a las abejas, que afortunadamente hay muchas por doquier (te recordé Ella Marina).
Qué delicia pasar entre las matas reverdecidas por la constante lluvia y estos últimos días con sol. Qué agradable cruzar las calles semivacías a las ocho de la mañana, y sentir el fresco de la mañana, parecida a cualquier día otoñal, con nubes que a veces dejan salir el sol.
Alcanzo las enormes cuadras que rodean los postes de alta tensión que cruzan la zona norte de la ciudad, y los sigo, pues los espacios despejados me desalojan la mente de cualquier turbiedad que haya traido rezagada. Volteo hacia el este de la ciudad, y su hacinamiento no me molesta, pues lo veo rodeado de cerros sin urbanizar.
Al norte, persigo la punta de la colina, mientras acierto a caminar por el barro seco que, mullido, me recibe entre quelites y verdolagas.
Suelto a mi perrita Venus y ella corre con una sonrisa, con la lengua subiendo y bajando al ritmo de su trote. También está contenta de estar cerca de la tierra, de la ausencia de sonidos urbanos y de hierba recién nacida.
Cruzamos otra avenida grande, ahora observo que el camino pavimentado da lugar, a lo lejos, a un camino de tierra que nunca había transitado. ¿A dónde me llevará? ¿Podré llegar por fin al borde de la colina, para ver a lo lejos la parte oeste de la ciudad?
Me llega el primer ataque de "hambre", que ya identifico como de ansiedad por comer. Lo dejo llegar, lo siento y... se va, ahora lo sustituye un copioso sudor que me refresca y me hace dar escalofríos. Menos mal que me traje una sudadera de manga larga.
Persigo las líneas de alta tensión y me llevan a un lugar donde los huizaches hacen acto de presencia, junto con órganos (especie de sahuaros pequeños y sin tantas espinas, pero de la misma forma) y... una multitud de pájaros que me cuentan que por ahí se han establecido con sus nidos, que nadie los molesta y que las casas inacabadas y rústicas que están a los alrededores, están vacías.

No hay ruidos de motores, ni de bocinas, aunque me sé rodeada de calles.
Me alegra la falta de basura, la profusión de flores de diversos colores y, sobre todo, que haya llovido hace algunos días, porque se ven rastros de lagunas ya secas por las que puedo transitar sin hundirme.
Es increíble que estando rodeada de la ciudad, encuentre espacios en donde me sienta totalmente en el campo. Tomo varias series de fotos para perpetuar las estupendas vistas que tengo en todas direcciones. Siempre están pedazos de la ciudad abajo, y, a lo lejos, colinas que dan marco a las nubes que esperan la hora para volverse a derramar.
Bajo caminando con paso un poco más veloz, ya llevo más de una hora desde que salí. Me acomete otro acceso de ansiedad por la comida, ahora sé que me dan cuando pienso en lo que cocinaré cuando llegue. Mi mente me pide comer aunque mi cuerpo no lo necesite en realidad.
Amarro a la Venus para cruzar la avenida, más transitada que en la mañana. Casi no podemos cruzar, hay mucho tráfico. Es increíble que antes de dar cien pasos pareciera que estaba en medio de cualquier cerro fuera de Querétaro.
Regreso rápido, casi podría correr. Consulto mi reloj: una hora y cuarentaycinco minutos me duró esta inmersión en el campo dentro de la ciudad y en la expansión de mis potencialidades físicas.
Llego a mi casa, solo quiero agua. Vuelvo a sudar y me mojo como si hubiera llovido. Calma, solo fue un día más de caminata, pero la euforia llega para quedarse.