lunes, 16 de junio de 2014

A mi papá

Quizá cuando caen de su pedestal, es cuando más los quieres. Cuando los ves como son y como fueron, humanos con errores y aciertos, sueños incumplidos y cumplidos, debilidades y cobardías, y con fortalezas y cualidades. Con necesidades insatisfechas y otras por satisfacer, con manías y ritos que son difíciles de cambiar.
Vi a mi padre así, tal cual fue, sin negaciones ni exageradas exaltaciones, mucho antes de que falleciera. Compartí con él el programa de Doce Pasos, él por su cuenta y yo por la mía. Lo vi como un ser humano íntegro, haciendo siempre esfuerzos por mejorar y siempre buscando lo mejor para su(s) familia(s) y, principalmente, para él mismo.
Reconocí en él mi propia naturaleza humana, mis características y mis diferencias con sus valores, sueños, tristezas, alegrías... Reconozco ahora lo que heredé de él, la formación de mi mamá y las características que son solo mías.
Y me queda como conclusión que recibí muchísimo amor y cariño de su parte. Que me cuidó cuando hubo necesidad, que me limitó cuando también lo necesité y que me dejó libre cuando se lo pedí, lo exigí y finalmente cedió.
Siempre tendré tu mano guiándome para ver mejor la realidad, papá.