domingo, 27 de octubre de 2013

Fue Neruda, fue el vino chileno, fue meditar mientras nadaba.

Fue la meditación en la nadada matutina, ya no tenía cosas en qué pensar y surgieron penas pendientes de la nada. O los pedacitos de "Confieso que he vivido" , de Neruda, hablando de México y sus espinas y sus mercados. en radio universidad hoy en la mañana . O el cuadro que hago, cuyo nombre me ronda en la cabeza: "yo sólo quise quererte". O los poemas nerudianos leídos por distintos autores, entre ellos la "Oda a las cosas", en donde ama los (mis) tejidos, las (mis) mesas de madera... como si me hubiese conocido antes de morir, cuando yo tenía apenas once años de edad y practicaba el piano con una maestra que adoraba a Hitler. O esas ganas locas de lo chileno, que siempre reprimo y que ha salido a flote ahora que mi amiguísima Carmen Coello llegará a ¡mi casa!, con sus fantasmas y gustos y ánimos a cuestas, para llenarla de ánimos y corazón valiente. O que decidí entrarle al toro por los cuernos e irme a comprar vino chileno cuando era hora de que estuviera en mi casa frente a la estufa, cocinando alguna vianda mexicana. Lo cierto es que tomé vino chileno, me rehusé a comer la carne asada con tortillas y sí con pan (integral, ni modo), y lloré por Pablo Neruda.
LLoré por su dolor al ver caer a Salvador Allende, lloré (lloro) por su amor a las cosas hechas por el hombre (o mujer), por su amor a México y su inextrañable esencia llena de cenotes con huesos de vírgenes, por su palabra llena de mar con marineros y mástiles y olas gigantes, por su amor a la mujer que aunque no está, aunque esté, ya se fue y llegó la otra con ojos grandes y pies pequeños.
Sé que deben escribirse estas cosas en privado, esperar a que se pase la inusitada borrachera y luego corregir, borrar las expresiones exageradas y fuera de lugar, los errores de ortografía y de sintaxis, limar las exageraciones emocionales y presentar brilloso y pulido el texto al público, aunque sea del FB.
Pero me honro en escribir esto, lo siento y lo escribí tan dentro que temo se me olvide cuando despierte, agitada y cabezadolorida, sin nada más que sentir que un alivio pasmoso, después de dos horas de llorar frente al vino chileno y frente al trozo de carne asada, mientras me consuela Emiliano con referencias al Jesús al que, según él, me debo de encomendar.
Pablo, Pablito Neruda, creo que eres más valioso que Jesús, pues a él lo han beatificado y puesto en un altar y a tí, solo te escuchamos y leemos y sentimos los latinoamericanos, con esa herida abierta, profunda, de cuyas venas emana riqueza que no repartimos, solo el corazón dividido en cachitos lo dejaste en tus poemas, y se reproduce como panes y peces, o mejor, en panes y carnes. El vino lo tomé a tu salud, y de todos los chilenos, esforzados, sufridos, valientes, que no acaban por tener su patria generosa para todos.
Esta media botella de vino fue por ustedes, amigos chilenos.

sábado, 19 de octubre de 2013

Luna callejera

Desperté con la luna
llena iluminando la sombra
que deja la lámpara de mi calle
luna sin eclipse
a través de los cables de luz
ya sabes, del registro de la regadera
la peste aflora.

Había ido a la calle a caminar
las leves cuadras llenas
de gente en el parque
lleno de gente que escapa de su casa
llena de gente y peste leve.

En el parque juegan sus niños
sobre el concreto que protege
un módulo de electricidad
que pusieron y quitaron
unos árboles pequeños que con mucho trabajo
plantaron en el parque
que pelearon mis vecinos porque ya
lo estaban construyendo
en una transa que hicieron los del municipio
vendieron el área verde común a los empleados
del sindicato ferrocarrilero que ya casi
no existe porque vendieron
Ferrocarriles Nacionales a los gringos.

Jugaban   decía
en el pedazo de parque peleado
por la gente de mi colonia
y el nuevo habitante de la calle
que eligió vivir en la banqueta con
sus plásticos y cartones
duerme borracho
en cuclillas en una esquina del parque
apenas veo su cara morena sin afeitar
tan delgado que parece niño
duerme  y sus cosas ordenadas
a media cuadra del parque, en la banqueta
sostienen un plato recién vaciado
no se cubre en las noches frías
vive bajo el techo de un árbol mediano
callejero y podado
duerme sin sueños y nadie
se atreve a correrlo.

Caminé   decía
y la gran luna amarilla me siguió
entre los techos de las casas
pensé que esa luna reflejaba el mar
e iluminaba las espinas de las choyas
o podía brincar charcos
de alguna lluvia cerrada y neblinosa
en el París de Carmen o el Vancouver de Alice
la misma luna amarilla podía ser
la filtrada entre cercas de cárceles
apaisajar alguna plática de
enamorados en una casa pequeña
a través de una ventana apenas abierta.

Iba por el pan    decía
y el parque y el teporocho
y la piedra de río en mis calles
y las tiendas abiertas
y la luna que me seguía
y el parque lleno de gente con perros
jugando, atados a su correa
y la vida que se escapa entre
las casas y los parques peleados
a medio construir
y el tufo de baño que nunca
se va, solo se tapa
y mis ventanas pequeñas a medio abrir
y el día que siempre llega
y la luna que no se queda, se va
está en el bosque    en el desierto
en el mar con desierto y espinas
y la vida que no es vida porque
encierra, en la mañana
abrimos puertas a la calle llena
cerramos puertas porque ya nos fuimos
sacamos basura
compramos    transitamos     saludamos
mi colonia vivió la noche
con una luna amarilla
entre cables de luz, en el parque peleado
el teporocho dormido y sus cajas
ordenadas y plato recién
usado de comida que le regalaron
no se va a ir     no se quiere ir
apesta pero lastiman sus ojos huecos
qué desecho de hombre
iluminado por la luna
brillante y amarilla.

La tarde se fue
la noche está a la mitad
y no amanece
entre el frío
y la ventana pequeña a medio abrir
y una luna llena
reflejando el mar.



jueves, 10 de octubre de 2013

Y pinto. Para experimentar, divertirme, exponerme, animarme, expresarme, jugar... Y se van la melancolía, la tristeza, las ganas de nomás ver tele por las tardes jugando SUDOKU, o hacerme la ilusión de estar acompañada en el Facebook. Me despojo de la sensación de abandono y solo pienso en colores, texturas, formas, mi lógica se desgrana en componer y descomponer, armar y desarmar, mientras mis emociones quieren contrastes que brillen, espinas que sobresalgan, formas cactáceas que disimulen formas humanas, quiere espinas que hieran y a la vez que sanen, drenando la savia por sus orificios, abriendo surcos de su cerrado tejido, descubriendo la fuente de la vida, el agua, en lo profundo mío.
Me trasculzco con los fondos, juego con las posibilidades de texturas y la inmediatez del óleo fresco me dice que mis locos padres impresionistas jugaban, muertos de la risa, con pinceles y formas y colores mientras en secreto su mente organizada las proponía acertijos que, al solucionarlos en una pintura, los hacía brincar de alegría y gozo. Veían entonces que el día era bueno, era su mundo, su tiempo, su lugar los indicados para que ellos estuvieran ahí haciendo lo que hacían y dejando que su creación los alejara de la muerte.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Mi mesa nueva

Dispareja, con agujeros no remendados de los nudos, con los tornillos medio salidos algunos y otros medio chuecos, mi mesa de trabajo de 1.80x.90 ya es una realidad en mi taller. Y digo las irregularidades primero porque son los que la hacen más bella, más mía, así como los defectos nos hacen más humanas. Y si, regresé el berbiquí que había comprado porque ya casi nadie vendía las brocas especiales, y un guapo y agradable señor de una ferretería me convenció de comprar un taladro. Mis antiguas brocas y un juego de nuevas, me ayudaron a consolar mis doloridas muñecas de tanto torcer la mano para meter con pura fuerza los tornillos.
Mi bellísima mesa es una realidad, solo le falta su segunda mano de barniz. Lista para albergar mis libros en proceso de secado, lista para detener los bastidores recién imprimados para secarse, lista para albergar mis hojas de guardas pintadas con agua y esmalte de aceite, lista para sostener mis sueños creadores.
Gracias, madera preciosa y olorosa, nueva y vieja, gracias pinos y cedros. Gracias tecnología que me ahorraste la friega de clavar, gracias acero de los tornillos tan precisos. gracias brazos y cuerpo que no me fallaron. Gracias cerebro por la concentración. Gracias estaciones de radio que pusieron canciones románticas y modernas.
Gracias fonda de mi colonia por alimentarnos a mí y a mis hijos. Gracias precioso clima que no dejaste que se inundara de calor el taller, y me acompañaste con lluvias en la tarde, para refrescar mi cuarto donde descansaba. Gracias cama por tu firme soporte.
Gracias vida por esta magnífica experiencia. Sí puedo, pero no me dedicaré a hacer más mesas. Mis bastidores de madera me esperan para seguir pintando.