jueves, 24 de mayo de 2012

“LA MAGIA DE LA NIÑEZ”: La construcción del mundo interior y la memoria familiar de Gudbergur Bergsson








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“En la edad difusa pero segura de la niñez, vas por la vida guiado por su magia, que es a la vez reflexión y fuerza física. En la infancia no tienes ni idea de cuál es el origen de la fuerza que nos permite comprender lo que nos rodea, personas, naturaleza, animales, y la vida como visión sobrenatural y sensación misteriosa”. (pág. 273).

Haber nacido en Islandia a principios de los años treinta del siglo pasado no fue un hecho fortuito para el autor. Como no lo es el nacimiento y la crianza de nadie.

Bergsson, “único escritor que ha recibido en dos ocasiones el Premio de las Letras Islandesas” (según el texto de la contraportada) , invadido por la nostalgia, retoma los eventos que más recuerda como significativos de su niñez, la de sus padres y sus abuelos. Cómo la búsqueda de las explicaciones a partir de lo vivido como niño, lo llevó a escribir, a preguntarse por el mundo y sus fenómenos físicos. Ya maduro, después de haber radicado en otros países, regresó a su casa natal y  encontró  a su padre en el trance de volver a su propia casa que lo vio nacer, esa que en la ventana presenta en vivo al monte Kirkufell.  

Recuerdo tras recuerdo, reconstruye sus orígenes en el mundo que lo vio crecer y formarse como escritor, única vía que él encontró para accionar la magia de su niñez.  Magia que invoca poderes ocultos en los intestinos de un borrego, en la caja de botones de su madre, en el despertar gozoso de la ira de las ancianas y en los relatos desparpajados de la original tía soltera e independiente que iba a visitarlos desde la única ciudad “moderna” de Islandia, su capital Reikiavik.

Todo lo que sientes es una iluminación espiritual, pero lo que ves es terrenal y está atado a lo que sucede a nuestro alrededor. Todo despierta entusiasmo, la materia también se convierte en entusiasmo y en consecuencia no establecemos distinciones entre cielo y tierra, entre materia e inmaterialidad” (ibid.).



 ¿Es recordar parte de la imaginación? Bergsson realiza el ejercicio filosófico de responder las preguntas iniciales de la vida que se planteó de niño, con los mismos elementos de su realidad de entonces. Visualiza su vida y la de sus padres también a la luz de la discusión del  “modo de ser” islandés, tendiente a la autosuficiencia e independencia personal, con habilidad manual para la construcción de enseres y muebles para el uso común, y un gusto casi autista por ensimismarse en el trabajo físico.

El autor reconoce cómo los relatos de su madre conformaron visión original de su mundo emocional y racional. Platica las historias que se contaban y exageraban acerca de su madre, su abuela y la madre de su abuela, que con el correr de los decires terminaban convirtiéndose en leyendas.


“En la niñez creemos habitar de manera natural en la magia misma. Todo es obvio. No rebuscamos para intentar comprender mejor lo que sucede, sino que avanzamos en la atemorizadora proximidad de todas las cosas aunque al mismo tiempo estemos muy lejos de todo. La infancia está llena de contradicciones naturales” (ibid.).

En esta novela me conmovió la visión tan empática de los trabajos y sufrimientos de las mujeres, a quienes la sociedad  islandesa les adjudicaba la tarea de ser las responsables de la manutención y cuidado de todos los miembros de la familia, tanto ascendientes, como marido e hijos.  Define especialmente a su madre como la raíz y motor de su afición y posterior entrega de la literatura.



  




Y no sólo eso:
 “Quien en su infancia recibe suficiente de su madre, conseguirá en su vida tal saciedad que nunca volverá a tener hambre; y aunque tenga apetito de algo, su apetito también se verá saciado” (pág. 213).

Ficha bibliográfica:
Bergsson, Gudbergur. La magia de la niñez. Tusquets editores, Colección Andanzas. Trad. del islandés, Enrique Bernárdez. Barcelona 2004.





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